Antonio Aramayona
Hay vivencias que se te clavan en la memoria y en el corazón para
toda la vida. Y si quieres borrarlas o ahuyentarlas, aún se incrustan
más en el alma. Recuerdo una de ellas, al parecer nimia y que podría no
haber llegado a conocer con solo haber pulsado la tecla de eliminar del
ordenador. La recibí por email, en uno de esos correos electrónicos
colectivos que suelen ser borrados a las primeras de cambio. Sin
embargo, casi por azar leí aquel correo y se abrió ante mis ojos un
mapamundi en el que se iban encendiendo intermitentemente unas luces
rojas. Cada luz roja significaba un niño que acababa de fallecer de
hambre en el mundo, según datos del último informe de la FAO.
En Europa y América del Norte no había luces rojas, pero en África,
Sudamérica y Asia se presenciaba una macabra danza de luces rojas, que
se colaban con espanto en mi corazón, mientras imaginaba a mis dos
hijos, tan sanos, pero por un momento moribundos de parásitos y de
hambre.
En los siguientes días invité a mis alumnos y alumnas de
Ética y de Filosofía a que contemplaran aquel mapamundi en un silencio
sepulcral. Conocí así lo mal repartida que estaba la sensibilidad en un
mismo barrio, pero desconozco a cuántos de esos muchachos les causaron
la misma impresión aquellas luces rojas que no paraban de parpadear en
muchos lugares del mundo, carente de casi todo a fin de que la zona
siempre oscura del mapamundi continuase siendo rica y feliz. Quizá
contar aquí el recuerdo de aquella vivencia (hubo días que me quedaba
absorto, sin contar el tiempo, hipnotizado por aquellas lucecitas rojas)
me alivie y me ayude a poder acordarme de aquel mapamundi con algo más
de sosiego.
Hace escasos días, concretamente el 8 de octubre de
2014, me ocurrió algo similar. Me desplacé a Madrid para asistir a la
presentación en una pequeña sala de cine de El anunció más largo del mundo,
basado en una jornada ininterrumpida de 25 horas de un enfermo
terminal, interpretado por un actor, al que no se le ve nunca la cara,
sino solo la parte de la cama donde yace y de la habitación donde vive,
más las personas que esporádicamente le atienden, asean y curan.
Cuando
se apagaron las luces de la sala de cine, el recinto quedó a merced
solo de la respiración dificultosa y la congoja de aquel enfermo
terminal, solo, dolorido y derrotado. Personalmente, conocía el
argumento del anuncio, pero dio igual: a los pocos minutos, cerré los
ojos y soñé que humedecía la frente de aquel hombre con una toalla
fresquita, para después depositar allí besos pequeños, a la vez que
tomaba su mano con suavidad. Tres solas palabras inundaron mi mente:
sufrimiento, inútil, innecesario. Y deseé con todas mis fuerzas que
muriera ya, de inmediato, rodeado del cariño de sus seres queridos y sin
una sola micra de sufrimiento.
Entre la especie humana ha habido
siempre aves de carroña (clérigos, legisladores, médicos...) que
inventan leyes, ídolos y seres superiores que premian y castigan.
Amenazan con terribles castigos eternos a quienes no cumplen sus
mandatos y normas, y declaran intocables la vida y la muerte, que solo
depende de su dios, una entidad de sadismo sin límites, capaz de
prescribir que, por ejemplo, aquel enfermo terminal de El anuncio más largo del mundo
sufra hasta su última gota de aire y de sangre. Frente a tales aves de
carroña solo vale que cada ser humano declare libre y responsablemente
que solo él tiene capacidad y legitimidad para disponer de su propia
vida cuando, donde y como quiera.
Hay una asociación (AFDM, Derecho a morir dignamente)
cuyos objetivos esenciales son promover y hacer efectivo el derecho de
toda persona a disponer con libertad de su cuerpo y de su vida, y a
elegir libre y legalmente el momento y los medios para finalizarla, así
como defender el derecho de los enfermos terminales e irreversibles a
morir sin sufrimientos, si este es su deseo expreso.
Por otro lado, si quieres visionar la película durante el tiempo que estimes oportuno y saludable, puedes ver en Internet la Petición creada por Asociación Federal Derecho a Morir Dignamente, donde además puedes adherirte a la Petición que dicha Asociación ha creado en change.org.
Por otro lado, si quieres visionar la película durante el tiempo que estimes oportuno y saludable, puedes ver en Internet la Petición creada por Asociación Federal Derecho a Morir Dignamente, donde además puedes adherirte a la Petición que dicha Asociación ha creado en change.org.
El Huffington Post DdA, XI/2819
No hay comentarios:
Publicar un comentario