Lazarillo
Leí hace unos años que el gobierno del Principado de Asturias encargó y pagó en su día una actualización del conocido y magnífico logotipo que hace casi treinta años realizó el diseñador gráfico catalán Arcadi Martorell, para quien Asturias es su segunda casa por la admiración que profesa a esta región. Se comprende así que ese paisaje de mar y montaña enmarcado en la triple arcada de la preciosa iglesia prerrománica ramirense de Santa María del Naranco haya calado tanto como vistosa identificación de Asturias, porque también en el diseño gráfico cuenta la identificación personal del autor con el escenario que trata de comunicar a los demás. Léi entonces, digo, que la revisión de ese logotipo de Asturias, paraiso natural, llevaba tres años durmiendo el sueño de los justos en un cajón de la administración regional. El Gobierno del Principado encargó y pagó una actualización del
conocido logotipo de «Asturias, paraíso natural» que jamás llegó a
utilizar. Mucho me temo que esa desidia tiene relación con lo que Luis Arias expone en su artículo: que Asturias, como paraíso natural, muestra cada vez más un escenario en el que crecen la maleza y el abandono. "¿Qué
paraíso natural -se pregunta Luis- puede invocar una Asturias oficial que no es ni fue
capaz de fijar en el campo la población mínima imprescindible para
evitar que nuestro medio rural vaya camino de convertirse en un
territorio en el que la maleza y el abandono lo entierren todo?". Quienes la visitamos cada verano y pateamos sus caminos somos conscientes de la deplorable realidad que se expone en este artículo:
Un día espléndido este 8 de septiembre en el que la Asturias
oficial celebra su romería en Covadonga. Por estos lares del bajo
Narcea, algunos felechos anuncian la seronda con la mudanza en su color.
En los bardones de los muros de piedra, las moras están en su mejor
sazón. Mientras que el paisaje da acuse de recibo de una sequía
inhabitual. La brisa no refresca lo deseable. Pero mantiene despierta la
vegetación. Un día espléndido tras una hermosa noche en la que la luna
estaba con ese punto de hermosura que le da el misterio en la que la
niebla la envuelve, niebla nada espesa que no impidió que el resplandor
lunar llegase a las piedras durante la madrugada.
Un día espléndido, digo, también para repensar Asturias, para añorar,
para pedir a una de nuestras palabras más hermosas, la señardá, que
acuda a nuestro discurso como pieza fundamental. Señardá, sí, pero sin
empalagosos lamentos, sin tonos melodramáticos que indigestan. Señardá
imprescindible cuando se invoca un paraíso que siempre tiene relación
con la infancia, idealizada o no, pero que nunca deja de estar en
nosotros.
¿De qué señardá cabe hablar un día como hoy? De aquella que nos
invade en el momento mismo en que hacemos memoria de que ésta es la
tierra, entre otros, de Jovellanos, Clarín, Fernando Vela y Pérez de
Ayala. De que ésta es la tierra en la que se escribieron obras maestras
de la literatura. De que ésta es la tierra en la que el movimiento
obrero tuvo una referencia de primer orden. De que ésta es la tierra en
la que literatos como Clarín captaron la poética de un paisaje capaz de
mantener su personalidad sin que nadie pudiera alterarlo. De que ésta es
la tierra que todos llevamos dentro, incluso aquellos que por diversas
razones tuvieron que abandonarla en un momento de sus vidas. De que ésta
es la tierra en la que se vieron grandes potencialidades de futuro sin
que ello supusiese hipotecar las posibilidades de generaciones
venideras, sino al contrario favorecerlas.
¿Y qué paraíso puede invocar la Asturias oficial que no sólo no tiene
respuesta ante el paro y la despoblación, sino que además su interés
por el cuidado medioambiental deja tanto y tanto que desear? ¿Qué
paraíso natural puede invocar una Asturias oficial que no es ni fue
capaz de fijar en el campo la población mínima imprescindible para
evitar que nuestro medio rural vaya camino de convertirse en un
territorio en el que la maleza y el abandono lo entierren todo?
Esa Asturias oficial que habla de nuestra tierra como un paraíso y
que, sin embargo, mira hacia otro lado cuando determinados organismos
estatales como la Confederación Hidrográfica toma medidas sancionadoras
contra vertidos altamente contaminantes. Esa Asturias oficial que, ante
el envejecimiento de la población, tiene como única respuesta solicitar
el diálogo con otras administraciones, sin presentar una sola propuesta
al respecto. Esa Asturias oficial que dice apostar muy seriamente por
los pilares del Estado del bienestar al tiempo que aplica a rajatabla y
sin rechistar los recortes que impone el Gobierno de Rajoy en materia
educativa y sanitaria.
¿Sería
mucho pedir que se hablase claro acerca de una situación insostenible
tras una larga serie de reconversiones? Y, a propósito de
reconversiones, aquí se hicieron todas menos la reconversión política.
¿Verdad que sí?
DdA, XI/2785
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