Juan Carlos Monedero
“¿Quiénes son los héroes del Panteón de ilustres de España?”. La
pregunta me la hacía un embajador latinoamericano que no entendía cómo
podíamos ser un páis con tantos desaparecidos y fosas comunes. Tuve que
contestarle que desde la guerra de la Independencia no había entrado,
que yo supiera, nadie. Una gran diferencia con el resto de Europa, donde
haberse opuesto a los nazis es considerado una señal de decencia. Aquí
un ministro de Franco que sancionó sentencias de muerte bajo la
dictadura fue uno de los padres de la Constitución. No remuevas viejos odios,
nos dicen. Esa impunidad, como no puede ser de otra manera, la
trasladamos a la política. Y maneras franquistas siguen anidando en la
universidad, en las redacciones de los periódicos, en los juzgados, en
las fábricas y oficinas, en la diplomacia y la oficialidad, entre los
registradores de la propiedad y los notarios, en las alcobas y en las
sacristías. Y, por supuesto, en los partidos politicos.
Dice Jiménez Villarejo, ex eurodiputado de Podemos y ex fiscal anti
corrupción, que cuando el gobierno de Felipe González presionó para que
se desestimara su acusación contra Pujol y otros directivos que habían
arruinado Banca Catalana, sentó las bases de la impunidad de la
política. No ha habido un solo tesorero del PP que no haya estado
imputado en casos de corrupción (Aunque, salvo Bárcenas -y a ver-
siempre se libraron de una forma u otro de la cárcel). El PSOE tuvo que
moderar las formas después del caso FILESA, pero los bancos han seguido
regalándole dinero y ellos indultando a banqueros. CiU era el del
problema del 3%, pero todos callaban. El PNV supo de los beneficios de
las máquinas tragaperras. En Madrid, el largo brazo del ladrillo y la
corrupción inmobiliara se extendió por casi cada esquina de la política.
Qué tiempo desaprovechado para limpiar nuestra casa. La casta era sobre
todo casta por la impunidad con la que actuaba.
La importancia de la querella contra la familia Pujol presentada por Podemos
(con el asesoramiento legal de Gloria Elizo y Carlos Jiménez
Villarejo), por Guanyem Barcelona (con Jaume Asens y Gerardo Pisarello
en los equipos jurídicos), apoyada por IC-V y organizaciones sociales
catalanas, es de radical importancia por tres cosas: porque demuestra
que la sociedad civil, que es quien ha hecho la querella, ha perdido el
miedo a los poderosos; porque es una adelanto de la nueva forma de hacer
política que estamos inventando; y porque le permite a una persona como
Carlos Jiménez Villarejo desquitarse, en nombre de tantos otros, de
quienes hicieron de la política un juego bastardo de poder donde ganaban
los de siempre y eran derrotados los honrados.
Le preguntaba esta mañana a Alfonso Guerra, en aquel momento
Vicepresidente del Gobierno, por las presiones del PSOE contra los
fiscales Mena y Villarejo; le preguntaba por el rescate a CiU y a los
sinverguenzas que se envolvían en banderas para ocultar sus verguenzas;
le preguntaba por el pozo de indecencia en el que tuvimos que vivir sin
protestar porque estábamos recuperando los niveles de bienestar que nos
habían robado los padres y los abuelos de los que ahora mandan.
Preguntarle por la injusta ley electoral, por los ataques constantes a
los que quieren inventar algo nuevo, por el abandono de todas y cada una
de las luchas de su juventud. Como respuesta sólo he encontrado a un
Alfonso Guerra levantando la voz con la impotencia del que sabe que no
tiene razón. Qué poco queda de aquel otoño del 82.
Comiendo Tierra DdA, XI/2.778
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