Félix Población
Le tengo especial aprecio a Marta
Fernández, la presentadora del informativo de Cuatro de las catorce horas.
Creo, en general, que los informativos de Cuatro son los que demuestran una
mayor profesionalidad, tanto por su contenido como por su presentación. Se
hacen ligeros, no abundan en exceso en la noticias y la redacción de las mismas
suele ser bastante correcta. Tampoco prima la política de modo abusivo, pues se da cierta
relevancia al interés humano que tienen informaciones de otro carácter.
Por todo eso, y por Marta Fernández, no suelo perderme el informativo de las catorce horas de Cuatro. Valoro en esta presentadora, sobre todo, su capacidad para hacer de la lectura de las noticias algo participativo y próximo. No hay distancia, ni mecánica, ni frialdad en la locución, que más bien parece una plática cercana y personalizada dirigida a cada uno de los telespectadores, con toda la gama de matices y entonación que cabe en la palabra hablada cuando esa importantísima herramienta de comunicación se maneja con destreza y sin énfasis impostados.
Dicho lo anterior, no puedo dejar sin una especial consignación un encanto añadido que tiene Marta, al margen de su excelente voz y valiosa profesionalidad como presentadora. Radica en el momento de la despedida, cuando con un ligero y sutil movimiento de cabeza descuelga el pinganillo de la oreja izquierda, se quita el micro del escote y mira de refilón a la pantalla de su ordenador de mesa.
Solo la espontaneidad de esos movimientos puede dotarlos de una sensualidad tan sutil y fuera de programa como para hacerla nueva cada día. Casi preferiría, por eso, que no llegara hasta sus ojos este post, por si fuera negativamente influyente. Con todo, confío en que Marta, de leerlo, no lo tenga en cuenta.
PS.- Desconocía que Marta Fernández ha publicado recientemente su primera novela, noticia de la que acabo de enterarme a través de ElDiario.es. Leeré el libro, que promete. De hecho, acabo de leer el primer capítulo.
Por todo eso, y por Marta Fernández, no suelo perderme el informativo de las catorce horas de Cuatro. Valoro en esta presentadora, sobre todo, su capacidad para hacer de la lectura de las noticias algo participativo y próximo. No hay distancia, ni mecánica, ni frialdad en la locución, que más bien parece una plática cercana y personalizada dirigida a cada uno de los telespectadores, con toda la gama de matices y entonación que cabe en la palabra hablada cuando esa importantísima herramienta de comunicación se maneja con destreza y sin énfasis impostados.
Dicho lo anterior, no puedo dejar sin una especial consignación un encanto añadido que tiene Marta, al margen de su excelente voz y valiosa profesionalidad como presentadora. Radica en el momento de la despedida, cuando con un ligero y sutil movimiento de cabeza descuelga el pinganillo de la oreja izquierda, se quita el micro del escote y mira de refilón a la pantalla de su ordenador de mesa.
Solo la espontaneidad de esos movimientos puede dotarlos de una sensualidad tan sutil y fuera de programa como para hacerla nueva cada día. Casi preferiría, por eso, que no llegara hasta sus ojos este post, por si fuera negativamente influyente. Con todo, confío en que Marta, de leerlo, no lo tenga en cuenta.
PS.- Desconocía que Marta Fernández ha publicado recientemente su primera novela, noticia de la que acabo de enterarme a través de ElDiario.es. Leeré el libro, que promete. De hecho, acabo de leer el primer capítulo.
DdA, XI/2793
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