Por si no se ha apreciado hasta ahora con la reiterativa reseña de algunos aspectos de la personalidad de la reina consorte, este Lazarillo siente una cierta debilidad por la esposa de Felipe VI. Tiene mucho mérito haber accedido al lugar que ocupa después de que una noche de luna uno de sus colega accedió a servir de celestino y probar el efecto que causaría en el Príncipe de Asturias la presencia en vivo y en directo de la periodista que presentaba las noticias en el Telediario.
Nada importó que fuera casada, estuviera divorciada, se hablara incluso de que podría haber abortado y tuviera ideas y creencias ajenas y hasta contrarias al altar y al trono. Don Felipe se encandiló con las gracias de Letizia Ortiz y por ahí adelante llegó la boda real con vestido blanco de seda tejido con hilo de plata, obra del modisto Partegaz, recientemente fallecido.
Que la rancia iglesia española bendiciera el enlace y que la no menos rancia monarquía española aceptara con ese currículum a una futura reina, es como de milagro, pero ya es realidad histórica. Como lo es que esa misma y real persona, con el inicio del curso político, haya decidido presentarse en Málaga a un determinado evento con la espalda al desnudo, aunque esa desnudez estuviera aliviada por las transparencias del vistoso vestido negro que luce en la imagen.
Los expertos en moda aseguran que no debería la reina calzar los zapatos de plataforma que lleva para la ocasión, pues al parecer le acortan la pierna -aunque la alcen de figura-, pero para este Lazarillo lo relevante es que se trata de la primera reina de España que descubre su espalda en un acto oficial y esto, viniendo de donde viene la corona desde al menos Felipe IV en la novela de Torrente Ballester Crónica de un rey pasamado, es verdaderamente noticioso y digno de consignación, como este Lazarillo se ha permitido apuntar a guisa de frívola glosa.
DdA, XI/2.783
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