Dedicado a Manuel Menor, esforzado maestro de varias generaciones, que me ha inducido a escribir este artículo.
Un joven amigo belga se ha instalado en Madrid durante cuatro meses para cursar un Erasmus sobre Administración de Empresas en la Universidad Autónoma. Cuando llevaba apenas una semana lo encuentro preocupado y cariacontecido buscando algo desesperadamente en su ordenador, y me cuenta la peripecia que acababa de vivir. Al presentarse aquella mañana en la clase donde se debía empezar a impartir una de las asignaturas del curso, los ocho alumnos que con él estaban matriculados en tal disciplina se encontraron con el aula vacía y sin que profesor alguno compareciera. Después de esperar más de media hora intentaron averiguar cuál era la causa de aquella ausencia. Nadie en el Departamento ni en la Secretaría les dio razón y les remitieron, como es ya habitual, a Internet. En aquellas páginas que estaba consultando comprobó que la asignatura había desaparecido del currículum.
Un joven amigo belga se ha instalado en Madrid durante cuatro meses para cursar un Erasmus sobre Administración de Empresas en la Universidad Autónoma. Cuando llevaba apenas una semana lo encuentro preocupado y cariacontecido buscando algo desesperadamente en su ordenador, y me cuenta la peripecia que acababa de vivir. Al presentarse aquella mañana en la clase donde se debía empezar a impartir una de las asignaturas del curso, los ocho alumnos que con él estaban matriculados en tal disciplina se encontraron con el aula vacía y sin que profesor alguno compareciera. Después de esperar más de media hora intentaron averiguar cuál era la causa de aquella ausencia. Nadie en el Departamento ni en la Secretaría les dio razón y les remitieron, como es ya habitual, a Internet. En aquellas páginas que estaba consultando comprobó que la asignatura había desaparecido del currículum.
Totalmente perplejo me confesó que en Bélgica nunca le hubiese
sucedido una cosa semejante. Siempre me hubieran avisado antes, me
explicó, porque todo el curso estaba adjudicado desde Bélgica por el
director del Erasmus de su especialidad, en ese país. Se trataba pues de
encontrar otra asignatura que pudiera sustituir a la perdida,
combinando nuevamente los días de clase con los que ya tenía
contratados. Encontró una que se llama Coordinación Educativa, lo que
para una carrera económica como Administración de Empresas no sabíamos
qué podía significar. Acudí a Manuel Menor, sacrificado profesor durante
varias décadas, y éste me explicó que era imposible conocer lo que
contenía la asignatura sin ver el programa, que naturalmente no aparecía
en la página web, porque en España se están impartiendo en este momento
¡7.000 masters!
Ante esta sorprendente cifra Menor me explicó que se trata de obtener
dinero convirtiendo la Universidad en una fábrica de masters,
doctorados, tesis y cualesquiera otra enseñanza que produzca algún
beneficio. Al mismo tiempo me pregunto cuántos alumnos y alumnas de
otros países seguirán viniendo si la organización de los Erasmus en
España es como la que ha sufrido mi joven belga.
El propósito del Ministerio de Educación es convertir la enseñanza,
de todos los grados, en un negocio. Se liquidan las escuelas públicas y
se crean nuevos colegios privados -ya comienzan a ser más las plazas en
las escuelas privadas que las de la pública. Para ello se ha seguido la
estrategia de retirar recursos económicos a ésta, con lo que el
mantenimiento no se realiza, los edificios se deterioran, y cuando las
cañerías se rompen y los techos se deshacen en goteras es preciso
cerrarlos. Al mismo tiempo, en su vecindad, se construye otro colegio de
alguna orden religiosa, a la que se le han cedido los terrenos
gratuitamente y se le ha dado el dinero para levantar el inmueble. A
continuación se le asignan los fondos establecidos por la ley –es lo que
llaman concertada, que en realidad sigue siendo pública puesto que la
pagamos todos- y a los propietarios se les permite escoger al alumnado
-ya sabemos que la mayoría de los alumnos y alumnas inmigrantes no van a
las privadas-, y cobrar por diversas actividades extraescolares que
constituyen un pago adicional. Mientras se disminuye el presupuesto de
la escuela pública se aumenta el de la concertada, a la vez que se
produce la contradicción de que cada vez hay más alumnos en aquella,
porque las familias ya no pueden pagar los extras que facturan las
órdenes religiosas.
Este año el gobierno español ha informado al ECOFIN de que el gasto
educativo bajará nuevamente hasta quedarse en el 3,9% del PIB. En 2009
se dedicaba el 5,09% . Portugal invierte el 5,6, Francia el 5,8, Países
Bajos el 5,9, Irlanda y el Reino Unido el 6,2, Bélgica el 6,5, Finlandia
el 6,8, Noruega el 6,9 y Suecia el 7. España, en 2015, se situará al
nivel del año 1987 cuando la enseñanza obligatoria alcanzaba únicamente
hasta los 14 años, las escuelas infantiles públicas de 3 a 6 años eran
muy escasas y, por supuesto, no se tenían las exigencias del
conocimiento actual. Pero el discurso de los políticos, periodistas y
contertulios que se dedican a realizar la propaganda de las medidas del
Ministerio es asegurar que la mejor educación no se consigue con dinero,
que se trata de estimular a los alumnos y exigirles más compromiso y
dedicación al estudio. Y apoyan semejante tesis asegurando que países
que obtienen un alto ranking en las pruebas del informe PISA invierten
menos dinero que nosotros, aunque en ninguna estadística se encuentren
tales datos.
Porque cuando se cierran escuelas cuando los techos se hunden y se
reparten los alumnos por otras varias, lejos de sus domicilios y
perdiendo el entrenamiento y los lazos establecidos con profesores y
otros compañeros en los años anteriores; cuando se despide a los
maestros y hay que amontonar los alumnos de una clase en los de otra,
aunque sean de diferentes edades, origen étnico y capacidad intelectual;
cuando es preciso contratar a profesores eventuales, pagándoles unas
cantidades misérrimas que deberían ofenderles, para que corrijan los
exámenes de septiembre porque no hay docentes fijos suficientes, con lo
que los nuevos ni conocen a los alumnos ni saben cómo se ha impartido el
curso. Cuando las escuelas no disponen de centros deportivos, cuando en
varias ciudades los padres tienen que encerrarse en edificios vacíos
que debían contener escuelas infantiles, cuando se interrumpen las obras
de las escuelas públicas y los niños y las niñas se almacenan en
barracones, es difícil que los datos del informe PISA nos sean
favorables. Porque la cuestión del dinero que se invierte en la
educación es de fundamental importancia. Naturalmente para las clases
trabajadoras, porque los ricos no han notado ninguna merma en sus
ingresos ni en la calidad de la enseñanza de sus hijos e hijas.
El Partido Popular que es el administrador ejecutivo del gran capital
está cumpliendo seriamente su programa –en contra de lo que creen los
ingenuos- que claramente consiste en hundir en la ignorancia a la
mayoría de la población, con una escuela miserable, asistida por
maestros y maestras situados en la última escala social de los
profesionales para volver a hacer realidad el triste adagio español de
“que pasa más hambre que un maestro de escuela”, a fin de que los
trabajadores y las trabajadoras no tengan más preparación que la que se
necesita para fregar hospitales y servir comidas. Una clase media, cada
vez más pobretona, pagará más o menos malamente la escuela concertada,
creyendo que así le proporciona una buena educación a sus niñas y niños,
que no deben mezclarse con los desgraciados emigrantes.
Esta será una generación perdida porque cuando algún nuevo gobierno
se decida a considerar la educación un bien social que debe repartir
equitativamente entre todos sus ciudadanos y ciudadanas, la que tiene
seis años hoy estará ya sirviendo de limpiadoras en Marbella y de
camareros en Londres. Mientras una élite bien situada, en la que se
encuentran los nietos y las nietas de los grandes banqueros y
empresarios, se forma en escuelas extranjeras y realizan doctorados y
masters en varios continentes.
Alguno de esos 7.000 másters pagados a precio de Harvard, que
ofertamos en las Universidades españolas, para que el ministro Wert
cuadre las cuentas que tiene que rendirle a los dirigentes de la Europa
rica que nos están esquilmando.
DdA, XI/2790
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