Jaime Richart
Porque una sociedad
inteligente, responsable y lúcida, tal como están las cosas en Europa y
en el mundo, no puede ya concebir otra política que, más que crecer, no
consista en modular decrecimiento. Desde luego, en una sociedad integral
y armónicamente desarrollada el bienestar no debe depender del consumo,
como sostienen los economistas "ortodoxos" de uno o de otro signo. Más
allá de los argumentos técnicos que explican la economía a través del
consumo, para disfrutar de bienestar no es preciso "el consumo", que es
como llama la Economía política a consumir en el mercado a mansalva lo
superfluo. Más bien en buena medida se contrapone o es un obstáculo para
el verdadero bienestar. Esta es la trampa de la que el sistema no sabe,
no quiere o no puede salir, al tratar el bajo o nulo consumo como
fatalidad o maldición. Obsesionarse los dirigentes y obsesionarse la
ciudadanía con ello, bloquea la solución para millones de personas en
España y en Europa. Es más, impide una convivencia pacífica, plácida y
satisfactoria..
Quiero decir que para experimentar bienestar basta tener las
necesidades ya fundamentales cubiertas. Luego, todo es cuestión sólo de
imaginación personal para convertir el ocio y aún el trabajo en
bienestar. Y eso es lo que en este país sucede, que son ya demasiados
millones los que esas necesidades básicas no las tienen atendidas o
cubiertas.
Pues bien a esto, a cubrir las necesidades básicas, me refiero cuando
hablo de que ése es el fin primordial del Estado y eso, el ingenio, es
la meta que precisan los futuros gobernantes. Pues en una sociedad y en
un planeta que se agota, es una aberración tener al consumo como única
solución para el bienestar generalizado. Así es que, si el sistema no
sabe resolver la paradoja que él mismo plantea, habrá que inventar otro
sistema o recurrir a otros ya existentes. Los gobernantes de mañana
tienen el deber ineludible de saber resolver el desafío.
DdA, XI/2796
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