
Ana Cuevas
Los privilegiados cráneos del
FMI, cuyas recomendaciones austericidas han demostrado su total
ineficacia para crear empleo (pero sí para sumir a más gente en la
pobreza), se descuelgan ahora con otro consejito: reducir el salario
mínimo interprofesional español (645 eurazos, todo un pastizal
escandaloso) asegurando que, con esta fórmula se fomentará el empleo
juvenil.
Se nos descojonan. Unos individuos como madame Lagarde, que
ganan cientos de miles de euros al año por arruinarnos la vida, nos recetan doble
dosis de ricino para curarnos la anemia. Ninguno de los miembros de
esta prestigiosa institución parece reparar en que el salario mínimo interprofesional (SMI) en Alemania o
Francia ronda los 1.500 euros. Ni que organismos como la OCDE (poco
sospechosos de ser bolivarianos) advierten que bajar los salarios no
mejora la competitividad, agrava la pobreza y tiene un efecto depresivo
sobre la demanda.
Se la suda a esta gente. Sirven a poderosos amos con
diferentes intereses a los del populacho. Para ser más concretos,
quieren devolvernos a lo que consideran el nicho antropológico del
proletariado, la esclavitud. Sobre todo a los PIGS, que total, siempre
hemos sido más pobres, menos rubios y bastante más bajitos. Selección
natural, pensará Lagarde. La misma Christine Lagarde que se mostró
aterrorizada por la longevidad del personal y aseveró que había que
hacer algo. Matarnos de hambre, por lo visto, es una de las medidas
elegidas. Es una mujer de inquebrantable voluntad cuando tiene un
objetivo. Ya sea administrar pildorazos de miseria o reducir las
expectativas de vida de los que no somos millonarios. Nada se le pone
por delante. Ni siquiera una imputación por corrupción en Francia.
Mientras escribo sobre este asunto, la voz de Aretha Franklin suena rebotando en las paredes. ¡Lo único que pido es un poco de respeto!-
grita mi diva del soul favorita. Pero algo me dice que pedir respeto a
esta panda de cachondos carniceros del FMI, es, como dicen en mi tierra,
del genero tonto. Yo creo, humildemente, que a lo mejor ha llegado el
momento de exigirlo. ¡RESPETO COÑO!
DdA, XI/2.780
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