Antonio Maestre
El término que Pablo Iglesias y Podemos han puesto de moda en el
panorama mediático y político español es de todo menos inédito. Usado
anteriormente en los mismos términos por escritores como Benito Pérez
Galdós o periodistas como Ramón Pérez Ayala, no es nuevo ni siquiera
para partidos políticos: en el año 1934 Manuel Azaña, quien luego fuera
presidente de la República, fundó el partido Izquierda Republicana.
El 13 de marzo de 1934, el diario alicantino El Luchador publicó el ideario político de la nueva formación. En el punto dos de sus estatutos políticos decía lo siguiente:
“Deseamos gobiernos de republicanos puros que sientan con amor a
la república, no que la acaten para mancillarla, sin compromisos con el
pasado, libres de cualquiera de los prejuicios que puedan malograr aquel
propósito revolucionario. A cuanto quede en nuestra sociedad de
espíritu monárquico, a cuantas instituciones o personas necesitan para
la imposición de su poderío que se gobierne monárquicamente, hay que
obligarlas a que se queden en las afueras del gobierno de la República, respetadas si son respetuosas y castigadas primero y deshechas después como casta política, si atentan contra el régimen”
Sin embargo, la Izquierda Republicana de Manuel Azaña no fue la
primera en usar el término “casta” en referencia a instituciones
políticas anquilosadas. Cada vez que se inquiere al líder de Podemos
sobre el origen del término, éste remite a un libro, La casta. Così i politici italiani sono diventati intoccabili,
que dos periodistas del Corriere de la Sera escribieron en el año 2007
sobre la corrupción política en Italia, término que también usó
en España el periodista Daniel Montero en su libro La Casta: el chollo de ser político en España.
Lo cierto es que el término casta política, empleado en los mismos
parámetros en los que lo usa la nueva formación política española, fue
utilizado con profusión desde el siglo XIX. El periódico satírico El Papa Moscas,
en el año 1894, en un teletipo inventado enviado por el corresponsal
político en Madrid que cubría la información del Congreso de los
diputados hablaba de una reunión con Práxedes Mateo Sagasta
“He tomado chocolate con Sagasta y reniega de su casta (política, se entiende)”
La casta política es un concepto centenario que ha sido utilizado en
procesos de degradación democrática de forma sistemática en el siglo XIX
y el XX. No ha habido nueva formación o movimiento que, surgido para
derrocar a unas instituciones obsoletas o consolidadas en el poder en
tiempos de crisis, no haya usado el concepto de casta política o
similares. Alejandro Lerroux, cuando era diputado por Cordoba en el año
1916, en una conferencia en el Círculo de la Unión Mercantil realizó un
discurso en el que buscaba la adhesión de nuevos votantes con un
discurso de regeneración.
“Se ha llegado por la apatía del país a crear una casta de políticos profesionales, y así, cogiendo la lista de diputados y senadores y poniendo a un lado a los padres, hijos, yernos, parientes o deudos, restaría sólo un grupo tan pequeño, que apenas si se podría constituir una Comisión parlamentaria”
No sólo un reaccionario populista como Alejandro Lerroux usó el
término casta para atacar a los políticos del momento. La utilización
del concepto fue transversal y usado también por el movimiento
anarquista en la primera mitad del siglo XX hasta el fin de la guerra.
En un artículo del diario El Pueblo, el corresponsal en París hablaba sobre los nuevos valores de la que habitaban en España en 1919.
“Parecía imposible una nueva imposición de falsos valores, y este pueblo que durmió inconsciente, después de haberse sacrificado para destruir los privilegios de la aristocracia el el clero, se despierta hoy, víctima de otras dos castas no menos odiosas: la casta de los políticos explotadores de la incurría e ignorancia de la masa popular y la casta capitalista. Que exista la casta política es cosa que no se demuestra porque se ve. Se diferencia de la antigua nobleza, en que en esta, los privilegios se transmitían con la sangre, y en la nueva casta política, basta la amistad, el compadrazgo y la adulación. Para que nada falte a la odiosidad del simbolismo, hasta existen dinastías de políticos, que se transmiten el cacicato, el destrizo de la prebenda de padres a hijos”.
Este discurso anarquista anticasta continuaba en plena II República cuando, en un artículo publicado en 1931 el periódico El Luchador,
el sindicato anarquista CNT explicaba los movimientos que la “casta”
realizaba en cada una de las elecciones para perpetuarse en el poder. Se
preguntaba el articulista: “¿Será la última vez que la casta se
vanaglorie de su triunfo?”. Avisaba el autor que en todos los momentos
en que los ciudadanos estaban a punto de tomar el control de su gobierno
los partidos de la “casta” montaban su teatro electoral para
perpetuarse en el poder con falsas promesas y propuestas de
regeneración.
El término en el periodismo
La casta política como concepto arrojadizo no sólo fue empleado por
partidos políticos y organizaciones sindicales a lo largo de la
historia. Los periodistas han utilizado este término peyorativo para con
los políticos con igual resultado. Ramón Pérez de Ayala, en un artículo
llamado Las dos Españas, publicado el 21 de septiembre de 1935 en el periódico El Luchador,
hablaba sobre la disonancia que había entre la “minoría egregia”, la
considerada masa popular, y la “casta política”, una especie de élite
extractiva que vivía de la explotación del pueblo.
“Yo soy un enamorado del pueblo español. La minoría egregia de
que habla el señor Ortega y Gasset no es una casta hereditaria. En
España las únicas castas hereditarias han sido recientemente la de los
políticos de profesión, la militar, que es también una variedad de la
casta política y la aristocracia; esta última, de abolengo remoto en
parte, y, en parte no escasa, de flamante origen político”.
Pero no hay que remontarse tan lejos para hablar del viejo concepto
de casta política. Incluso algunos de los más beligerantes críticos de
Podemos, formación a la que acusan de usar un discurso que consideran
antipolítico, podrían ser considerados como referentes de la formación
de Pablo Iglesias. Sus textos podrían encajar perfectamente en sus
estatutos. Un ejemplo es Antonio (Chani) Pérez Henares, uno de los periodistas más críticos con Podemos, quien escribió en 1992 en El decano de Guadalajara una columna que llamó La Casta Política, en la que usó el mismo lenguaje que Podemos.
“¿Cómo puede pretenderse que la sociedad no los entienda como
casta?. ¿Cómo puede achacarse a maniobras antidemocráticas las críticas a
sus métodos?. Nadie está cuestionando el sistema democrático. Al
contrario. Lo que urge es el rescate de la democracia, por parte de la
sociedad de quienes la tienen secuestrada. Vertebrar la sociedad civil
es mucho más democrático que tolerar que unos pocos, un oligopolio de
“políticos profesionales” se la quede en propiedad y la detente como
como si fuera un patrimonio personal. La democracia es propiedad del
pueblo y los políticos son unos interinos que representan al pueblo. No
los propietarios de ella”
Pero si hay un periodista que ha sobrepasado todos los límites
tolerables de la crítica hacia Podemos, ese ha sido Hermann Tertsch,
quien ha llegado a afirmar que los miembros de dicho partido asesinarán
si llegan al poder. Pues sí, también él hablaba de casta política, sólo que en aquel momento, año 2010, era tolerable porque se refería a Jose luís Rodríguez Zapatero. Así hablaba Tertsch:
“Hoy debería saber hasta el más necio que este país no tiene viabilidad con los condicionantes que le han impuesto sus gobernantes. Y que el gran responsable del desafuero es este presidente. Pero que lamentablemente tiene cómplices, colaboradores y encubridores de este casta política, mediática y económica de este país el que abundan los cobardes”.
ElDiario.es DdA, XI/2.772
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