Jaime Richart
Hace
mucho que en este país tanto el partido de la clase dominante como el
otro cuyo deseo es participar de la otra clase, han hecho circular estas
dos ideas: una, que ya no hay lucha de clases, otra, que sin consumo
no hay salvación. Dos ficciones que han funcionado durante el jolgorio o
la orgía de los tiempos del despilfarro y del saqueo salvaje de las
arcas públicas propiciados por la burbuja inmobiliaria, pero que ahora
vuelven a la vieja y al tiempo nueva realidad: la lucha de clases
resurge y la razón de ser, el "fin", de esta sociedad es el "consumo":
dos aberraciones antropológicas en una. Desde luego ésta última se
consolida por la ideología global de los que mandan en la Europa Vieja
comunitaria. Se me abren las carnes cada vez que escucho la oración de
los economistas: para crear empleo hay que consumir y sólo es posible
consumir si hay empleo. ¡Qué pobreza integral la de una sociedad que
para ser feliz y funcionar tiene que vivir sólo consumiendo!
¿De verdad no son
capaces de concebir otra manera de organizar a las naciones? ¿No será
que no les interesa el cambio de modelo porque éste es el idóneo para
que ellos, los dirigentes, y unos puñados de cada sociedad y del mundo
vivan extravagantemente enterrados en propiedades y dinero a costa de
las graves carencias de las grandes mayorías? En cualquier caso, que la
sociedad necesite imperiosamente "consumir" para vivir (y más en un
planeta que se agota) resulta no ya pensamiento, sino una ocurrencia
económica y social de monstruos sin cabeza.
De momento
demasiadas porciones en España y otros países del Sur están regresando a
épocas medievales, con móvil, televisor y una variante del derecho
mostrenco de pernada: ése que se activa cuando esa mujer o ese mozo
rebuscan un empleo miserable... (Espero que el amigo de las realidades
subrepticias, Jordi Évole, entre a fondo cualquier día en este asunto
sórdido). Mientras no se
hagan cargo del poder político y el económico otros con ideas que se
aparten de las que controlan los dos partidos dominantes en España y en
Europa, los cambios sólo servirán para ir de mal a peor.
"Si
los gobiernos y religiones se hubieran dedicado, o se dedicasen ya, a
proveer las necesidades ba?sicas y todos las tuviéramos cubiertas en
nuestras vidas, y si el consumo devastador no fuese el objetivo
principal de los dirigentes, el pensamiento general seri?a diferente. Ya
que al colmar esas necesidades podríamos fijarnos otras metas de
realizacio?n, de atención y de trabajo de las que tan necesitados están
el planeta y la humanidad". (El Ser Uno)
Esperemos que
quienes llaman a las puertas de la dirección de España y de Europa
vengan con la intención de proveer justo las necesidades básicas de
todos. Así podremos dedicarnos a otras ideas y a otros menesteres
situados en el nivel superior de la conciencia. Así abandonaremos para
siempre el primario y rampante bajo nivel en el que nos desenvolvemos
que a millones hace absurda la existencia…
Las dos cosas que
más necesita el mundo son la verdad y la paz. Pues bien, hay dos clases
de verdades: una para el asalariado y el desempleado y otra para el que
vive con holgura. Además, promoviendo la histeria y provocando a las
masas es más fácil justificar la represión y al tiempo jactarse de vivir
en democracia.
A ver si de una
vez, y habida cuenta que la robótica y la informática reducen en miles o
millones de veces los esfuerzos de otras épocas, los dirigentes del
mundo que asoman en el horizonte son capaces de idear otro modelo de
sociedad donde todos tengamos las necesidades básicas cubiertas y
podamos dedicar la mayor parte del tiempo a la ciencia, a las artes y a
las letras, a rezar, a jugar y a la holganza. Pues este diseño de la
sociedad y de la vida individual y social es lo que cuadra al progreso
verdadero que demanda el milenio que apenas acaba de empezar.
Sin
embargo soy pesimista, bien a mi pesar, pues hasta ayer la historia de
las sociedades es también la historia de la dominación, la historia de
la fatalidad de una voluntad de poder que unos cuantos ejercen sobre el
resto.
DdA, XI/2.745
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