Después de cortarles la cabeza por lo sano a la reina Maria Antonieta y
familia, alguno pensó que en Francia habían vendido la guillotina al
chatarrero. Craso error. Qué se lo pregunten a Nicolás Sarkozy, rampante
e imperial ex presidente de la República Francesa que pasó la noche en
el calabozo acusado de cosas muy feas y lo mismo acaba guillotinado
políticamente si es que no lo está ya. Me regala esta reflexión sobre la
guillotina francesa que iguala en el cadalso a reyes y presidentes el
siempre fino observador, maestro y amigo Daniel Serrano, con quien me
siento a veces a observar el paso de los días, a sonreír o despotricar
ante la necedad humana (la propia incluída) y a beber el vino suficiente
para provocar la alquimia de la verdad sin caer en la melancolía
inútil. Y en esas hablamos de que los franceses han sido tan excesivos
para las monarquías como para las repúblicas. Crearon escenarios tan
desmesurados como Versalles o el Elíseo para subrayar el poder de
personajes tan autoritarios, complejos, extravagantes y dispares como el
Luis XIV, Napoleón, Petain, De Gaulle, o Miterrand. Francia dio
esplendor a las monarquías más feroces y al republicanismo más férreo y
fue gobernada por individuos cuya divisa era solo una y la misma para
todos: el Estado soy yo. Pero todos ellos sabían que en algún lugar
había una guillotina bien engrasada y afilada por la que pasarían en
caso de ser pillados en falta jugando a ser el Estado. Sarkozy la
probará a buen seguro si se demuestran los cargos que pesan contra él
por financiación ilegal (¿les suena de algo?), coacción a jueces (¿les
suena de algo?), tráfico de influencias (¿y esto?) y otras corrupciones.
Mientras en la República Francesa se las gastan así con todo un ex
presidente que ha pasado de la “grandeur” al calabozo en una tarde por
orden judicial sin aforamientos ni paños calientes, en el Reino de
España los monárquicos antiguos y nuevos de corbata verde, Bertin
Osborne, los tertulianos y locutores pierden el culo por aforar al viejo
rey y chalanear la imputación de su hija para que no se destape el
pudridero sobre el que se sientan. Y el partido que gobierna promete
regeneración con la misma credibilidad que un banquero promete
facilidades de pago. Francia, monárquica o republicana, ha pasado por la
guillotina de la ley a reyes sanguinarios y a presidentes corruptos. En
España el debate de fondo no es aún si estamos preparados para un
cambio en el modelo de Estado. El debate es si quienes nos gobiernan
están dispuestos a hacer que se cumpla la ley y si nosotros estamos
dispuestos a exigirlo. A ver qué me dice Daniel la próxima vez.
Artículos de Saldo DdA, XI/2.736
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