Jaime Poncela
Cuando uno mira un rato lo que lleva en su interior tiene
dudas razonables sobre casi todo lo que ha hecho y lo que es, y sobre
cómo ha llegado a este punto de su vida. Uno no sabe si se ha hecho a sí
mismo o si lo que ha llegado a ser en realidad es solo un desecho de lo
que las circunstancias han dejado tras triturar sus días. No sé si soy
básicamente honrado porque tengo unos sólidos principios o porque,
sencillamente, no he tenido valor u oportunidades para ser un timador o
un ladrón, un Bárcenas, un golfo. De la misma forma hay que gente que
sigue casada porque tiene pánico a quedarse sola o aborrece tener que
tramitar una separación de bienes. Hay solitarios que viven rodeados de
gente, abstemios vocacionales que acabaron alcoholizados, analfabetos
que son sabios y académicos cerriles como pollinos. No sé si soy más de
los Beatles porque apenas escuché a los Rolling , si lo que me ha
llevado a ser de letras es mi incapacidad para entender lo que es un
logaritmo y no mi amor por la poesía de Virgilio. No sé si lo que soy
ahora es mejor que lo pude haber sido, o viceversa. Puede que Beethoven
no hubiese alcanzado la genialidad musical en caso de no ser sordo.
¿Sería Nadal número uno del tenis mundial de no haber sido obligado a
jugar con la mano izquierda siendo diestro? Pienso todo esto al final de
esta agotadora semana llena de hitos históricos en la que el mensaje
repetido hasta la saciedad viene a ser que España es lo que es porque
no tiene más remedio y el que piense que eso se puede modificar ya puede
ir haciendo las maletas. A partir de esta filosofía básica del
fatalismo histórico positivo que tanto gusta a tertulianos,
editorialistas, expertos en casas reales y otras monsergas, los
titulares de la coronación del nuevo rey podrían haber sido mucho más
directos. Un “esto es lo que hay” o un “no pudo ser” (válido también
para el asunto del fútbol) habrían servido de perfecto resumen para
ilustrar las fotos de los eventos sucesorios y esculpir sobre mármol el
pensamiento único de quienes han decidido que en este país sólo se puede
pensar de una forma, que la historia no la hacemos, nos viene “dada” y
que tenemos que estar agradecidos por ello (al Rey, a Suárez, etc.) ya
que siempre seremos menores de edad, nunca llegaremos a nada sin que
nos pastoreen, que al tenis se juega con la derecha, que los sordos no
tocan el piano y que maricón el último. No hacemos España, nos la hacen y
no hay otra posible, así que a dar las gracias, un pis y a la cama. Qué
suerte, tenemos un país llave en mano y encima nos quejamos.
Desagradecidos.
Artículos de Saldo/ DdA, XI/2.734
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