El Rey no estará en la coronación de su sucesor, algo que escandaliza a
sus fans y anima mucho las tertulias ladradoras en estos días de tan
intensas emociones. Hay que teorizar un poco al respecto. Primera
explicación. Si el Rey, como casi todos los padres con sus hijos
respectivos, se ha perdido todos los partidos de fútbol jugados en su
vida escolar por el Príncipe de Asturias, tampoco es de extrañar que se
pierda su coronación, mucho más larga, aburrida y previsible que un
partido de ascenso a la liga infantil. Otra explicación, la segunda, de
esta sonada ausencia es que tal vez don Juan Carlos haya seguido el
consejo de Groucho Marx y renuncie por fin a pertenecer a un club que le
admita a él como socio y en el que, además, es obligatorio matar
elefantes y pasear del bracete con jeques árabes que tienen mejores
coches, mejores yates y más señoras a su disposición. Tercera
explicación. El rey se escaquea, se baja en marcha del trono dejando la
corona en doble fila siguiendo el ejemplo de Esperanza Aguirre y
Gallardón junior. Juan Carlos se está dando a la fuga después de que su
monarquía haya colisionado contra la realidad en algún punto de la
Historia reciente de España. Que el chaval aguante a los guardias y se
haga cargo del papeleo que, al fin y al cabo, lleva ya demasiados años
de copiloto como para no saber manejar la carroza. Cuarta explicación.
Puede también que a Juan Carlos I no le guste que la próxima reina sea
de clase media, divorciada, con una familia algo ordinaria, las tetas
operadas y mal carácter, tan lejos de la invisibilidad discreta y
abnegada de su augusta esposa griega. Quinta. Juan Carlos I se queda en
casa porque tal vez piense que si no es él quien ocupa el trono más vale
que todos seamos republicanos. Y sexta explicación. El Rey no se fía de
que haya borbonismo después del juanrcarlismo y hasta tal vez fantasee
con la idea de haber casado a su hija Elena con Juan Carlos Monedero y a
Cristina con Pablo Iglesias, funcionarios y pobres, algo feos para lo
que se busca en el pedigrí monárquico, pero honrados. Tache usted la
explicación que no proceda.
Artículos de Saldo DdA, XI/2.731
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