En los meses que vienen y hasta la próxima cita con las urnas, no van a parar, con una eclosión previsible a medida que nos acerquemos a las fechas electorales y crezcan las expectativas centradas en el nuevo partido político. Surgirán más camareros como el del Ritz, a los que se les prestará idolatría mediática, y serán incesantes las declaraciones que, como las de Pons el Riseño ayer, califiquen a Podemos de ser amigo de ETA, esbirro del chavismo y disolvente de España. Creo que el nuevo partido sabe muy bien lo que debe hacer ante tal mentecatería, porque como bien dice con su habitual agudeza el escritor Isaac Rosa en el artículo que sigue, publicado hoy en El Diario.es, si todo lo que sus adversarios pueden hacer es
acusarlos de proetarras y chavistas, están de suerte. (Ojo: líder de Pokemon llaman hoy por error a Pablo Iglesias en un telediario del TVE)
Isaac Rosa
¿Tú qué eres, etarra o chavista? Por ahí empieza
cualquier intento de discusión política para la derecha política y
mediática española. Y ahí termina. Si consiguen colocarte una de las dos
etiquetas (o las dos a la vez, mejor), ya no hay debate posible, nada
de qué hablar: quedas encerrado en un círculo argumental del que no hay
salida, en el que todo gira en torno a lo mismo: ETA, Venezuela, ETA,
Venezuela, ETA, Venezuela…
Aclaro que yo soy las dos
cosas: etarra y chavista. No me considero ni lo uno ni lo otro, pero a
ojos de algunos lo soy sin duda. Como lo es cualquiera que asome un pie
fuera del tiesto del discurso único y se le ocurra siquiera mostrar
matices, no digamos ya dar otros puntos de vista. Pues eso, que yo
empiezo diciendo que soy etarra y chavista, y me ahorro los toqueteos
previos, pasamos directamente al asunto.
El uso de
ETA y la Venezuela bolivariana como armas arrojadizas viene ya de lejos,
pero no pierde vigencia. Todavía hoy, en cuanto aparece una nueva voz
discrepante, no falta quien se lanza a rebuscar las hemerotecas y en
youtube hasta encontrar algo, por nimio que sea, que permita la conexión
etarra o chavista.
Desde el primer día algunos
adivinamos que ese sería el principal flanco débil de Podemos, donde
concentrarían los golpes sus adversarios. No era ningún secreto que sus
principales promotores llevan años expresando en público opiniones
heterodoxas sobre el conflicto vasco (“Ah, ha dicho conflicto vasco,
¡etarra!”), pidiendo soluciones políticas para acabar con la violencia;
o rechazando la histeria antichavista que desde hace más de una década
domina a políticos y medios extremadamente sensibles con la calidad de
la democracia venezolana, pero solo la venezolana. Algunos de los
promotores incluso han trabajado en Venezuela, como tantos activistas,
investigadores y colectivos de todo el mundo que han querido conocer de
primera mano la experiencia bolivariana. Y sí, han defendido todo lo que
había defendible en Venezuela.
Así que ahí está
Pablo Iglesias, enfrentado en cada entrevista a las mismas preguntas;
siendo conminado día sí y día también a condenar, que aquí somos mucho
de exigir condenas en voz alta para dar el carné de demócrata. Iglesias
está conociendo lo mismo que antes que él ya sufrieron otros grupos de
izquierda política y social, dirigentes, activistas y periodistas.
¿Qué hacer ante eso? ¿Ignorar los ataques, cambiar de tema, escapar por
la tangente? ¿O entrar a discutir a fondo el problema vasco (“Hala, ha
dicho problema vasco, ¡etarra!”) y la realidad
venezolana? ¿Es esto posible? ¿Hay de verdad disposición a discutir en
quienes tienen el argumentario desenfundando para sacudirte en cuanto
abras la boca? ¿Se puede hablar en serio, sin tener que empezar con los
obligados gritos de rigor que ya te sitúan en el terreno del otro y te
encierran en su círculo tramposo? ¿Es posible levantar la voz sobre
tantos años de intoxicación informativa? ¿O no merece la pena ni
intentarlo con según qué interlocutores?
Y la
pregunta principal, la que imagino se hacen los responsables de Podemos
estos días: ¿le importa esto tanto a la gente? ¿Tienen efecto esas
acusaciones a estas alturas? ¿No estamos ya todos escarmentados por el
abuso que han hecho de los mismos recursos para destruir al adversario?
Cuando oímos que los de siempre acusan a alguien de proetarra o
chavista, ¿no debería provocar en nosotros el efecto contrario, pensar
“este es de los míos, si tanto lo acusan”?
Podemos
tiene mucho que explicar todavía sobre muchos asuntos, y hay por dónde
criticarlos. Pero si todo lo que sus adversarios pueden hacer es
acusarlos de proetarras y chavistas, están de suerte.
El Diario.es DdA, XI/2.737 7
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