No
es posible que exista otro país en el mundo con este grado de
desbarajustes, de abusos, de injusticias, de latrocinio, de agravios a
la ciudadanía, y al mismo tiempo donde sus dirigentes se pavoneen más
por logros insignificantes de lo que sólo pueden felicitarse los ricos y
los poderosos. No son hechos aislados, ni noticias que despierten
interés por excepcionales. Todo lo dicho es norma y se ha hecho
"normal".
En
política, dicen que hay libertad pero la reprimen; que hay derecho al
trabajo y a la vivienda, pero se las arrebatan y no les proporcionan
otra digna... Dicen que esto es una monarquía pero es una oligarquía,
que es una democracia pero es una plutocracia, que hay justicia pero es
una constante arbitrariedad, que somos Europa cuando en realidad somos
sus vasallos. Los periodistas y el periodismo que imperan en la prensa
escrita y medios audiovisuales sólo hacen aspavientos ante la
podredumbre, pero carecen de voluntad de erradicarla porque de ella se
alimentan como las alimañas carroñeras. Si no fuese así se ceñirían a
contar lo que sucede, a fustigar a todos los corruptos y a quienes les
dan cobertura e impunidad, y a apoyar con toda determinación a quienes
llegan decididos a acabar con esta farsa que sangra al país y desangra a
la ciudadanía.
Estado
de sitio encubierto es lo que vivimos. Los poderes públicos han
decidido durante la coronación otra apariencia frente al mundo: la de
que en España todos somos monárquicos y por eso no es necesario el
plebiscito. Otro decreto dictatorial o, como gusta llamar a los
retrógrados que defienden a esta monarquía al tiempo que atacan a las
repúblicas latinoamericanas, un acto totalitario despreciable.
Ya
sabemos que hay dos Españas por lo menos. O más: la de los republicanos
y la de los monárquicos, la de los ricos y la de los pobres, la de los
pensionistas de pensiones altas y la de los pensionistas de pensiones
miserables; la de la veintena de periodistas y la media docena de
economistas que desfilan, siempre los mismos, por radios y televisiones y
que, prestigiados por sí mismos o apadrinados por poderosos, durante
largo tiempo vienen difundiendo enfoques repetitivos y de poca monta
sobre nuestra realidad. Y ello sucede mientras a miles de periodistas y
de economistas en paro no se les da ninguna oportunidad de expresar en
esos mismos programas su opinión pese a ser seguramente incontestable o
precisamente por el peligro de serlo.
También
podemos verlo de otro modo: la España que acoge a todos los honestos
(por educación o a la fuerza) y la España que aloja a ejércitos de
ladrones de lo público; la de los que la mangonean tratándola como si
fuera toda suya, y la de los que, sumisos, les obedecen. De democracia,
muy poco. Apenas el nombre y una romería cada cuatro años.
Pero aún hay más
en una, dos o más Españas: ahí siguen los del ordeno y mando diciendo
que la Constitución es inflexible. Pero luego resulta que sólo la
cumplen en el boato, en las ceremonias y en los protocolos. En el resto,
lo que cambian es para que todo vaya a peor y para que la desigualdad
cada vez sea más insoportable. Ahí están también Hidroleléctricas
convertidas en un asilo de los ex políticos que las privatizaron donde
reciben sueldos millonarios sólo por figurar. Ahí está una Ley de Aborto
por la que ya siente vergüenza el mundo entero occidental.
Y por si lo dicho fuera poco:
a)-Alguien
recluta a unos cientos de energúmenos para que revienten
manifestaciones multitudinarias. Convirtiendo así, oficialmente, a
miles, centenares de miles o millones de españoles en violentos de la
izquierda...
b)-Fidedignas empresas encuestadoras que sólo preguntan a los
acomodados con teléfono fijo, dan resultados que a menudo son
desmentidos por la realidad inmediata posterior. Compárese, por ejemplo,
lo que pronosticaban los sondeos previos a las elecciones europeas y lo
que ha ocurrido después.
c)-Decretan, quienes mandan,
que los republicanos son cuatro gatos, pero lo que no dicen es que si
ahora se niegan a convocar un plebiscito es porque aquí se hace lo que
ellos dicen, con la excusa de la Constitución; una constitución rígida
que maquinaron sus antecesores, justo para que sus sucesores la
interpretasen y aplicasen a su conveniencia y a la medida de los de su
clase (evito llamarla "casta" para no hacerme sospechoso de profesar la
ideología de moda que profeso).
En
tiempos de Franco se quitaban de en medio a "La Codorniz" o al diario
"Madrid", por ejemplo, con una orden ministerial. Ahora se cepillan a
"Público" y a quienes les molestan, retirándoles la subvención que otros
reciben o llevándoles directamente a la quiebra. Esa es la única
diferencia. Lo dicho suavemente: como poco un desbarajuste, como mucho
una iniquidad tras otra.
España está en estado de sitio. Lo que hay que saber
es a dónde irá a parar todo esto habida cuenta el ánimo de sublevación
que se respira. Da la impresión de que si no la destruyen antes con
malas artes, sólo "Podemos" será capaz de vencer a la Bestia.
DdA, XI/2.738
1 comentario:
Nació enferma, prosperó en su enfermedad y ha enfermado a todo un país. La historia se repite, ojalá que no sea con las mismas consecuencias en en el pasado de nuestros abuelos.
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