domingo, 22 de junio de 2014

GALLARDÓN Y LA MUJER COMO HEMBRA PARA DISFRUTE DEL VARÓN


Lidia Falcón

El indulto que ha regalado el Ministro de Justicia al policía municipal que grabó la agresión sexual de que hizo víctima a una mujer otro compañero, mientras se reía a carcajadas, corresponde plenamente al criterio que de las mujeres tiene la ideología patriarcal, de la que el señor Ruiz Gallardón es un muy cualificado representante. Pese a que el Movimiento Feminista ha cumplido doscientos treinta años, a que en España se ha desarrollado extraordinariamente en los últimos cuarenta, y por tanto se ha conseguido una legislación igualitaria y un avance en la participación de las mujeres en todos los órdenes sociales, la imagen de la mujer, como una foto fija, corresponde a la de la hembra que existe para disfrute del varón.

En este papel asignado por Jehová a Eva se sitúa a todas las mujeres. Especialmente en nuestro país. Que no haya disminuido un ápice el auge de la pornografía después de la ventolera que trajo la Transición, y sobre todo que la prostitución aumente continuamente, ante la indiferencia y o la complacencia social, demuestra que todos los avances conquistados no han destruido la convicción masculina mayoritaria de que el cuerpo de las mujeres pertenece a los hombres.

La indiferencia con que los gobiernos están permitiendo el comercio de mujeres para la prostitución, tanto si es consentido como si son víctimas de trata, la tolerancia social –y más grave aún, la defensa que de la misma lleva realizando algún grupo que se autodefine como feminista- con que se acepta esta esclavitud denigrante; una educación machista que el profesorado en su conjunto (con las excepciones de rigor) no corrige, los mensajes televisivos en todas sus formas que exhiben a las mujeres como objetos de deseo sexual –siempre que sean jóvenes y bonitas-, las telenovelas, las comedias de situación, las películas, las comedias teatrales, todos los modelos que adopta la cultura dominante enseñan, ratifican y ensalzan el destino femenino de ser acosada y poseída sexualmente por uno o varios hombres.

Siempre me escandaliza y entristece que no haya más hombres que se opongan a la prostitución, que padres de familia trabajadores, que tendrán madre, hermanas, esposa, hijas, acepten, divertidos, el espectáculo de las mujeres exhibidas en las calles para que sean alquiladas por algún hombre. Y lo que es más que probable, que ellos mismos sean prostituidores.

Las últimas encuestas sitúan a España como el país de Europa donde hay más hombres que son prostituidores, consumidores de sexo venal, pagado a una mujer que los desprecia y aborrece. Se distingue una película española en la cantidad de desnudos de mujer con que se adorna, y todas compiten para que estos aparezcan cuanto más pronto mejor. Y los cuerpos de mujer que exhiben los anuncios de todo tipo, los carteles de cine y de teatro, las revistas y los periódicos no tienen equiparación en otro país.

Podríamos consolarnos apelando a la cultura del franquismo, pero no porque esta se halle lejos, que en otros aspectos está muy cerca; hemos de reconocer que el auge de la prostitución y de la pornografía se produce en España a partir de la Transición, y que es con esta democracia cuando ha llegado a su mayor auge. Cierto que quizá la represión sexual de la dictadura produjo la reacción consiguiente, pero quizá deberíamos preguntarnos cuándo nuestros hombres madurarán para hacerse respetuosos y solidarios con las mujeres.

El feminismo ha entrado en nuestra sociedad, pero nuestra sociedad no ha entrado en el feminismo. Esos hombres que vejan y humillan a mujeres, verbalmente y de acción, nunca son capaces de situarse en el lugar de la víctima, nunca les ha importado que a su madre o a su hija les sucediera una situación semejante, nunca sienten empatía por quien es más débil o vulnerable. Tenemos una sociedad que en su mayoría es profundamente machista y cruel, donde los hombres imponen un criterio de vencedor sobre las vencidas y las mujeres se resignan, aterradas ante el temor de sufrir peores agresiones.

Pero difícilmente podemos pedir una cultura simplemente solidaria, ya que no feminista, cuando el máximo representante de la justicia en nuestro país, el Ministro de Justicia, el que tenía fama de avanzado y liberal, Alberto Ruiz Gallardón, considera sin importancia el hecho de que un representante de la Policía Local agrediera sexualmente a una mujer sola en el metro, y otro grabara esta actuación, riéndose, sin pensar en intervenir para evitarla en ningún momento. No tengo información de cómo se comportaron los demás pasajeros, aunque temo que si los había, ninguno la defendió.

La sexualidad femenina sigue siendo un continente oscuro, a pesar de la supuesta liberación que nos trajo la democracia. Se ha convertido en pasto de películas y revistas, pero seguimos sin desvelar cuánto hay de placer y cuánto de sufrimiento en las mujeres. Sigue oculta la verdadera situación que viven millones de mujeres acosadas sexualmente en el trabajo, en las escuelas y universidades, agredidas y despreciadas en la calle y en la casa. Cuando la tan alabada Ley de Violencia de Género no contempla como violencia ni la violación, ni las agresiones ni el acoso sexual, y por tanto no hace merecedoras a las víctimas de la especial protección que esa ley otorga, no cabe duda de que tanto los dirigentes políticos como la cultura social considera que las mujeres deben estar al servicio sexual de los hombres.


                                   DdA, XI/2.735                                 

1 comentario:

Anónimo dijo...

El ministro de injusticia es insultante como demócrata. Su aspiración a presidir algún dia el gobierno lo ha llevado al dislate.

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