Ramón Buenaventura
Veo
en los repositorios de delicias chafarderas esta foto de Pippa
Middleton, la hermanísima que le pisó la boda a como se llamara la otra,
que no me acuerdo, la que se casó el otro día con un príncipe inglés
feísimo y medio calvo:
Parece ser que las
instantáneas están tomadas con teleobjetivo (sí, claro: ya se ve que el
fotógrafo no estaba muy cerca) y que la buena señorita hallábase en un
yate ibicenco. ¡Oh isla de perdición, en la que uno vio las primeras
tetas públicas, mediados los lejanísimos sesenta del siglo XX!
Servidor, que es
cotilla por naturaleza, aunque reprimido la mayor parte del tiempo, por
pudor y vejez, se pregunta a renglón seguido: ¿dónde estarán las fotos
de Letizia?
No, vamos a ver: nuestra princesa y futura reina tuvo su vida antes de casarse con nuestro príncipe y futuro rey; y, por las trazas, no parece que fuese una vida de monja clausurada. Lo
cual,
me apresuro a añadir, me parece estupendo, o me parecería estupendo si
no se hubiesen puesto todos los medios imaginables e inimaginables para
borrar ese pasado, como si la chica hubiera salido de una máquina de
fabricar princesas más vírgenes que una muñeca hinchable sin desembalar…
Uno, sin embargo, está en la idea de que Letizia les haría un gran
favor a las mujeres españolas y hasta de otras tierras si proclamase en
público su experiencia: sí, señoras y señores, he estado casada antes,
he tenido mis ligues de una o varias noches, me he corrido mis juergas,
me he bebido lo que había que beber, me he fumado lo que había que
fumar, y hasta —mírenlas, ahí las subo a mi blog— hay fotos mías en
pelota picada; ello no me ha impedido seguir mis estudios, ejercer mis
profesiones y, de paso, casarme con un señor que, según su propio padre
le recomendaba, tendría que haberse buscado una señorita en la que nadie
hubiera puesto la mano antes. Ahí, en esa mujer, tendríamos un modelo
auténtico de vida, un alivio de las rigideces morales aún imperantes
(más, desde luego, sobre el papel que en la realidad), alguien con quien
alegrarse de estar vivo. Y tendríamos también, por reflejo, un príncipe
ennoblecido.
¿Se habrían derrumbado las estructuras si Letizia hubiera procedido así? Pues seguramente; pero es que para eso están las puñeteras estructuras: para que las derrumbemos entre todos, incluidas las princesas.
No, vamos a ver: nuestra princesa y futura reina tuvo su vida antes de casarse con nuestro príncipe y futuro rey; y, por las trazas, no parece que fuese una vida de monja clausurada. Lo
¿Se habrían derrumbado las estructuras si Letizia hubiera procedido así? Pues seguramente; pero es que para eso están las puñeteras estructuras: para que las derrumbemos entre todos, incluidas las princesas.
(Esto, claro,
olvidándome por un ratito de que soy republicano hasta las medulas —y a
mí qué más me da lo que una princesa haga o deje de hacer.)
El Librillo de Ramón Buenaventura DdA, XI/2724
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