Lazarillo
Quienes nos honramos con la amistad del filósofo Carlos París, aunque solo fuera en los últimos años de su existencia -apagada a principios de este año-, celebramos la publicación de su libro póstumo, que con el título de Contra la mentira se acaba de presentar en el Ateneo de Madrid, centro del que fue presidente el autor. Destaco, para resaltar el valor de este último libro de París, las palabras que el escritor Ignasi Riera resalta a su vez en el artículo que sigue y que este Lazarillo siempre tiene en cuenta a la hora de asesorar a su hija en el empleo de las nuevas tecnologías (creo que éste es el término que debería haber transcrito Riera y no "ideologías", como aparece en su artículo): "Si no queremos tener una población
mentalmente degradada —domesticación que aunque invalida la democracia,
desdichadamente viene muy bien a los torpes gobernantes que nos rigen—
necesitamos completar con el libro, sea en su forma tradicional sea en
su versión electrónica, y con la lección verbal, la conferencia, el
debate y el diálogo el uso de las nuevas tecnologías, a las cuales carece
de sentido querer renunciar, pero que deben ser sólo una parte de una
rica vida intelectual extendida a toda la ciudadanía".
Ignasi Riera
Obra póstuma del filósofo de la ciencia y del presidente del Ateneo
Científico, Literario y Artístico de Madrid. Sin pretenderlo, se
autodefinía al escribir: “He tratado de mantener viva la tradición
comprometida. En línea con toda mi obra”. Título con alusión a
Saramago: En la época de la mentira. Editado por Tecnos,
Lidia Falcón lo resume así: “Este libro es el broche de oro de la
fecunda obra de Carlos París, que reúne los fundamentales principios de
su filosofía”. Añado: y de su pasión didáctica. El que fue tantos años
catedrático de filosofía de la ciencia —Santiago de Compostela,
Valencia, Universidad Autónoma de Madrid—, y autor, entre tantos, de
libros como Física y filosofía, El animal cultural: Biología y cultura en la realidad humana, Fantasía y razón moderna: Don Quijote, Odiseo y Fausto, hasta llegar a Ética radical: Los abismos de la actual civilización…
amplió su magisterio con las lecciones inaugurales de los cursos
académicos en el Ateneo. Tales discursos constituyen la base de este
libro que, además, recupera una ponencia del autor en el I Congreso de
teoría y metodología de las ciencias, que tuvo lugar en Oviedo, en
1982: “Posición de la ciencia en el complejo cultural”.
Para Carlos París , “la cultura significa la consideración unitaria
de los variados aspectos de la vida humana colectiva, desde sus bases
biológicas y ecológicas hasta los sistemas de creencias y
representaciones del mundo en una sociedad determinada”. ¡Definición
antológica, magistral, que deberían tener presente cuantos se
autocualifican de trabajadores de la cultura y/o intelectaules! Contra
la ilusión intelectualista, contra los fraudes cometidos por quienes
invocan referentes culturales universales —desde Sócrates a
Wittgenstein, desde Montaigne a Unamuno, sin olvidar ni a Bertand
Russell ni a Einstein—, pero que pervierten los magisterios aludidos al
servicio de demasiados poderes ocultos, les sugiero una terapia radical:
la lectura sin trampas de Carlos París, el sabio-sabio que se ha negado
a quedarse en la cueva de los elegidos y que nos obliga a leer las
herencias culturales con ojos de quien no quiere comulgar con otra
herencia soez: la de la injusticia, que cuenta con demasiadas
bendiciones de poderosos corruptos.
Sugiero revisar el temario de lo que es urgente para ese Predicador
de la Idea que ha sido el doctor París. Por ejemplo, el que apuntan
algunos subtítulos de la Conferencia de apertura del curso académico
2009-2010 en el Ateneo: ¿Crisis económica? ¿Crisis de civilización?
El conflicto cultural y la Ética. La técnica más allá de la razón
instrumental. El pluralismo técnico. Técnica e ideología. El desarrollo
técnico al servicio de la violencia. El despliegue del capitalismo
industrial: la jaula de hierre. El miedo como instrumento de dominación.
El niño comprador y la exaltación de la infancia…
En junio de 2012, participé, en el Ateneu Barcelonès, en la presentación de Ética radical del profesor al que la revista Anthropos
había dedicado un monográfico, en 1987, guía sólida para entender la
progresión intelectual permanente de un hombre sabio que, como el
ciclista en plena escalada, sabe que detenerse, en la elaboración de un
universo teórico, con voluntad transformadora, lleva a la parálisis o a
la caída. Ya entonces, París lo formulaba así: “el pensamiento creador
está mucho más guiado por la percepción intuitiva, espontánea, de
oscuridades a desarrollar, que de programas explícitos de
investigación”. Aludí a una de las presentaciones anteriores: el de
las memorias ‘universitarias’ de Carlos París: De la Contrareforma a Internet.
Pues bien: al acto asistieron distintos colectivos que trabajan en
serio a favor de una cultura de la paz, que denuncian con datos
contrastados los montajes multimillonarios de la industria
armamentística, como elemento desestabilizador, corrosivo, de cualquier
proyecto de desarrollo global más justo. Carlos París ha sido un
referente en la denuncia de quienes tienen el cinismo de defender la
neutralidad de una ciencia y de una tecnología que trabaja,
mayoritariamente, a favor de las armas.
No quiero cerrar esta nota sin reproducir el consejo de un hombre
cabal, como Carlos París: “si no queremos tener una población
mentalmente degradada —domesticación que aunque invalida la democracia,
desdichadamente viene muy bien a los torpes gobernantes que nos rigen—
necesitamos completar con el libro, sea en su forma tradicional sea en
su versión electrónica, y con la lección verbal, la conferencia, el
debate y el diálogo el uso de las nuevas ideologías [tecnologías], a las cuales carece
de sentido querer renunciar, pero que deben ser sólo una parte de una
rica vida intelectual extendida a toda la ciudadanía”. Si los antiguos
decían: ‘Populus vult decipi et decipitur’, Carlos París ha estado
siempre a favor de la verdad. Contra la mentira, tantas veces
‘condecorada’ por el Poder. Por los poderes.
DdA, XI/2.732
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