sábado, 31 de mayo de 2014

UN SONETO DE GARCÍA CALVO PARA PABLO IGLESIAS


Lazarillo

Este Lazarillo está de celebraciones con la esperanza, dicho así a lo llano y aunque parezca un tópico o un señuelo en la España de hoy. Tengo para mí, aunque mi conocimiento de la persona no haya pasado más allá de un breve encuentro, que estamos ante una personalidad política descollante en la actual coyuntura histórica. Me refiero, claro es, a Pablo Iglesias, al que no dejan de vituperar quienes no saben, no quieren o no pueden  acoger como se merecen -democrática, civilizada e inteligentemente- los excelentes resultados electorales de Podemos el pasado domingo. Pero en esta breve nota no voy a insistir en la glosa política. Prefiero limitarme a la humana, para identificar con solo un detalle la personalidad de Iglesias y la cuna a la que pertenece, esto es, la educación y cultura recibidas. Escuchen el artículo escrito por su padre, Javier Iglesias, en Radio Zamora, y no se pierdan el soneto de uno de nuestros más importantes poetas, Agustín García Calvo, que de seguro sabría estar hoy -como el inolvidable José Luis Sampedro- con quien y con quienes han levantado esa luz de nuevas expectativas en un país varado en la más adversa y oscura de las circustancias: la de tener a más de la mitad de su juventud, parafraseando a Miguel Hernández, en el ataúd de la inactividad. Dice García Calvo: 


Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.
 
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
 
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
 
Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia. 


Podemos es la primera persona del plural del presente de indicativo del verbo poder y también la primera del plural del presente de subjuntivo del verbo podar. La palabra Podemos genera, pues, una red de significados que activa la malla neuronal, como si fuera nueva. Al aislarla, se transforma en una especie de juguete, quizá en la pieza de un mecano a completar en la cabeza de cada uno. El sujeto elíptico de Podemos es nosotros. Nosotros Podemos. ¿Podemos qué? Aquí se debe añadir el complemento que más plazca al usuario. Podemos detener los desahucios. Podemos parar los pies a los poderes financieros. Podemos aminorar las desigualdades. Podemos dotar a la política de un sentido más noble. Podemos nacionalizar la electricidad, el gas, el agua. Podemos sanear el ambiente. Podemospodar. Podemos, en fin, es una oración gramatical.
El PSOE se fue al carajo cuando dijo No Podemos. No podemos negar a los bancos su derecho a dejarte sin casa, ni a las eléctricas el suyo a quitarte la luz, ni a las gasísticas el de cortarte la calefacción. No podemos, “cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste”, desoír las órdenes del Ibex 35. Aquel No Podemos fundacional de Zapatero marcó el rumbo a Rajoy. No Podemos dejar de pagar la deuda, No Podemos perseguir a los defraudadores fiscales, No Podemos meter en la cárcel a nuestros amigos corruptos, No Podemos evitar que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres…
Estamos gobernados, en efecto, por la lógica del No Podemos (en el doble sentido de poder y podar). Una lógica desde la que una clase corrompida trabaja para sí y para los especuladores que la recogen más tarde en sus Consejos de Administración. El éxito de Podemos es por ahora de carácter sintáctico más que político. Pero la sintaxis no es mal sitio para empezar a hacer política. Juan José Millás


                                                        DdA, XI/2.717                                                     

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