Luis Arias
Hay una pregunta que debería hacerse a todas las personas que
cursaron la Primaria y el Bachillerato durante el franquismo: ¿Recuerda
usted lo que pensó al leer por vez primera en un texto escolar la
palabra ‘exilio’ referida a algún escritor contemporáneo vivo que no
residía en España? ¿Acaso no sonaba aquel término a una especie de
limbo, cuyo significado no podía ser más ambiguo? ¿Cómo ubicar un país
llamado exilio? ¿De qué geografía se trataba aquello? Nunca mejor dicho.
Para entender aquello, se necesitaba un «mapa político», frente al
«mapa mudo» tan sui géneris que se nos presentaba en los manuales, donde
no se explicaba qué era aquello del exilio y por qué determinados
escritores lo habitaban.
Digo esto por las noticias que recientemente incendiaron las redes
sociales, que reproducían fragmentos de libros escolares que daban
cuenta de los últimos días de Machado y Lorca y remitían a un limbo
inexplicable, máxime porque ahora sabemos que el limbo no existe ni
siquiera para la Iglesia. Decir que Machado murió en Francia, sin
explicar las circunstancias que allí lo llevaron es –ya que de don
Antonio hablamos– una media verdad, esto es, toda una falacia. Del poeta
sevillano es esto que sigue: «¿Dijiste media verdad?, dirán que mientes
dos veces si dices la otra mitad». Consignar que Lorca se murió cerca
de su casa incide en lo mismo, pero aún con mayor desfachatez.
¿Nos estamos volviendo locos? ¿Qué motivos hay para que en un país
con una democracia supuestamente consolidada se pretenda ocultar a la
población escolar aquello que dio origen a un libro de María Zambrano
titulado ‘Los intelectuales en el drama de España’? ¿Quién le iba a
decir a aquel periodista y escritor excepcional, a Corpus Barga, que fue
el acompañante de Machado en su marcha a Francia, que algún día los
libros de texto hablarían de esta guisa con respecto a los últimos y
dramáticos días de don Antonio? ¿Quién le iba a decir al propio poeta
sevillano que escribió un poema memorable tras el fusilamiento de Lorca
(‘El crimen fue en Granada’) que en una teórica democracia algunos
libros de texto se despacharían con semejante patraña acerca de la
muerte de Federico? ¿Hasta la historia de la literatura tiene que
ocultar lo que el franquismo significó para los grandes literatos del
siglo XX a los que exterminó físicamente o, en el mejor de los casos,
los obligó a exiliarse?
Prefiero pensar que a alguien se le ha ido la mano. Prefiero creer
que la editorial donde figuran estas cosas corrija sin tardar los
textos.
DdA, X/2.693
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