Yo no voy a
defender a "Podemos", esa formación emergente cuyas cabezas visibles,
por lo que sé, están acreditadas por la inteligencia creativa, la única
que me interesa de la sociedad humana. Sobre todo no voy a defenderla
ciegamente como si no tuviera la experiencia suficiente para saber que
los programas ideológicos se diluyen en este país como el azúcar en un
plato de agua en cuanto pasan del discurso aparatoso a la praxis. Además
“Podemos” no necesita defensa; lo que precisa es que se confíe en la
formación y en quienes la lideran.
¿Acaso la Iglesia romana
practica y vive las enseñanzas que propala? ¿Acaso los dos partidos
mayoritarios en España han cumplido alguna promesa de calado voceada en
sus campañas? ¿Acaso no estamos hartos de saber que en este país no se
puede confiar en los políticos, ni en los banqueros, pues los no
culpables por decisiones involucionistas, nefastas o indecentes, lo son
por consentirlas o por solaparlas? ¿Acaso la Justicia que conocemos, ésa
que encarcela a ciudadanos y ciudadanas por bagatelas y condesciende
con los infames, merece más respeto y confianza que las elevadas miras
de “Podemos”?
Por eso no, no voy a
defender ni a romper una lanza por “Podemos”. Lo que sucede es que este
país está sumido en la podredumbre y en la injusticia sistémicas. En
España no se puede esperar nada de ninguno de los partidos que vienen
manejándonos como títeres desde que una Constitución viciada de
nacimiento dio entrada a este simulacro de democracia, a esta pantomima.
Así es que si surge de la noche a la mañana una formación y unos
personajes dispuestos a llevar a cabo la proeza de desbancar a los que
nos ningunean o nos someten en lugar de servirnos, a esos que
charlatanean y se ríen de las mayorías que no votan y de grandes
minorías que carecen ya de esperanza de rehacer sus vidas y la vida de
sus hijos y de sus nietos, yo me siento obligado a conceder a “Podemos” y
a sus líderes el beneficio no de la duda, sino de la confianza. En la
semilla de sus ideas están las mías y seguro que de millones de
personas.
Ya sabemos que el proceso constituyente que propugna “Podemos” y que remueve cielos y tierra para desmantelar un forjado al servicio del privilegio y de grupos, de familias y de políticos con perfil del facineroso o del pusilánime, de banqueros, de grandes empresas y de empresarios de postín que nos parasitan, ha de presentar numerosos problemas. Pero todo requiere su tiempo. Y para sazonar las ideas de "Podemos" hemos de tener paciencia; paciencia que los partidos políticos de la parrilla habitual nos han agotado; esa paciencia de la que Mao Tsé Tung dice es la principal virtud del revolucionario.
Por todo
ello, todos esos y todas esas que habían perdido, no ya la esperanza de
hacer realidad sus sueños sino la de vivir algún día con una básica
dignidad, la han recobrado como por arte de ensalmo gracias a la
irrupción en la vida pública de "Podemos". Por eso a mí y a tantos y
tantas que no conozco, también la idea “Podemos” nos ha sacado de la
pesadumbre y de la depresión que un panorama sombrío como no habíamos
vivido hasta ahora venía minando tanto nuestro espíritu individual como
el otro que se aloja en “yo” social. Ahí es nada.
DdA, XI/2.717
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