Ana Cuevas
Demoler un edificio resulta
casi tan sencillo como echar por tierra las ilusiones, los derechos y el
futuro de los pueblos. Destruir no requiere mayor conocimiento. Solo se
trata de tener una buena pala excavadora. O una casta política que
acate bovinamente las instrucciones de acoso y derribo que está dictando
la Troika. Can Vies no es solo un edificio okupa. Todos los talleres y
las actividades culturales y sociales que allí se realizan son
autogestionadas por la gente. No le cuestan un euro a las instituciones.
Desde hace 17 años Can Vies tiende su red, su alternativa solidaria, a
personas que son arrojadas del sistema a golpes de maza. Pero por
razones especulativas, turísticas o ideológicas (en cualquier caso
dudosas) Can Vies recibió su sentencia de muerte. Había que reducirlo a
cenizas.
Ya lo he dicho
antes, destruir es fácil. Cualquier idiota con medios puede hacerlo. Así
que que se pusieron manos a la ruina ignorando, o tal vez no, el
rechazo popular que se iban a encontrar. Tras magnificar los actos de
violencia de unos pocos y minimizar la oposición responsable y tenaz de
la mayoría, sorpresivamente, el Ayuntamiento decide paralizar la piqueta
y tiende una mano a los colectivos para su reconstrucción. Can Vies ha
hablado: Lo levantaremos con nuestras propias manos.
Para
quien no entienda la respuesta de los colectivos trataré de ilustrarlo
con un simple ejemplo. Imaginen que un enajenado les ataca sin motivo
alguno con una sierra mecánica y les secciona un brazo. ¿Confiarían en
el mismo individuo para reimplantárselo por mucho que se lo ofreciera?
Pues eso mismo les pasa a los de Can Vies, que no se fían del loco
carnicero. Aunque jure y perjure que tiene cátedra como neurocirujano,
vaya.
Extrapolando este
asunto a lo que está pasando en el panorama político sucede lo mismo.
Una creciente masa ciudadana desconfiamos de los esquemas de los
partidos tradicionales que nos han originado tanta ruina. No queremos
que sigan gestionando los escombros. Preferimos levantarlos con nuestras
propias manos. Directamente desde abajo. Utilizando unos
cimientos sólidos que aseguren que ningún otro idiota con superpoderes
nos vuelva a tirar la casa abajo. Y definitivamente, habrá que cambiar
la arquitectura para lograr que haya techo y esperanza para todos. Solo
nosotros podemos ser el rayo entre las ruinas. Pero debemos hacerlo con
nuestras propias manos.
DdA, XI/2.717
No hay comentarios:
Publicar un comentario