jueves, 15 de mayo de 2014

EL ASESINATO DE CARRASCO COMO ALIMENTO PARA LA BILIS

Jaime Poncela

Cuanto más se sabe del asesinato de Isabel Carrasco, más claro queda que nada tiene que ver con la política y menos aún con ninguna clase de protestas ciudadanas, escraches o manifestaciones. La pura verdad, no la de los estrategas de campaña y argumentario, ni la de los tertulianos a sueldo y a cuchillo, pone las cosas en su sitio. Como siempre. La conclusión es que hay crímenes a secas, crímenes sin más objetivo que el de hacer daño, por venganza, por despecho, por matar. No hay tras de ellos más que la idea de la muerte ajena como origen y destino. La muerte es el bucle que mueve al matarife, y nada más. Pese a que esta es una verdad tan vieja como Caín y Abel los descerebrados de una y otra orilla del manicomio español han tratado y tratan de arrimar el ascua del muerto a su sardina; son personajes tan siniestros como las dos pistoleras que mataron a la presidenta del PP de León. Lo son quienes han tratado de usar este crimen de pliego de cordel como una causa general contra la libertad de expresión, y lo son quienes aprovechan para desfogar a coces lo que no saben defender dando la cara o el voto. Lo que pasa es que la muerte es una materia prima muy barata y modelable con la que los españoles llevamos trabajando a destajo desde hace tantos años que ya no vamos a ser capaces de cambiar. Vivimos sobre un sustrato histórico y social lleno de muertos en las cunetas, de delatores anónimos, de inquisidores de todos los colores y pelajes, y de carroñeros con muchos reflejos que ven en cualquier cadáver una buena excusa para alimentar la bilis propia y ajena. Llevamos la muerte en el ADN y acudimos a su llamada por instinto de manada. Somos tan excesivos en las loas a los muertos como en el uso partidario que hacemos de la memoria de algunos, o de las masas encefálicas que su asesino les desparrama por la calle. No hay remedio.

Artículos de Saldo DdA, XI/2.701

No hay comentarios:

Publicar un comentario