Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte", escribe José Hierro en su poema Respuesta.
Tú también me preguntas sobre la posible jornada continua en los
centros públicos de Infantil y Primaria, sobre qué hacer con tanto
recorte en los servicios sociales básicos que día a día van
desapareciendo a golpe de decreto del Gobierno y de la Troika. Y solo me
vienen a la mente esos versos de Hierro: "Quisiera que tú me
entendieses a mí sin palabras/ sin palabras hablarte lo mismo que se
habla mi gente/ Que tú me entendieses a mí sin palabras/ como entiendo
yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde".
Se me ocurre
que podrías comenzar analizando el lenguaje de los trileros que nos
gobiernan. Sus mensajes son engañosos y falaces, buscan ocultar la
verdad y disfrazar la realidad. Ahora, por ejemplo, nuestros presuntos
gobernantes hablan y hablan de "recuperación"; según ellos, ya hemos
salido de la crisis y estamos metidos en una supuesta recuperación que
pronto llegará a la ciudadanía. Pues bien, si acudes al diccionario de
la RAE, "recuperar" es "volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía"
y "volver a un estado de normalidad después de haber pasado por una
situación difícil". Sin embargo, no vamos a volver a ningún lado, pues
el camino por el que nos han metido los doctrinarios neoliberales y sus
gestores locales del Partido Popular es un camino sin retorno. No
volveremos a la situación anterior por la sencilla razón de que están
volviendo a España del revés. De hecho, lo que está haciendo el Partido
Popular en España y la Troika en toda Europa y el mundo forma parte del
programa mundial de implantar otro orden, otra forma de vida, otra
sociedad que consolide que una minoría sea cada vez más rica y el pueblo
más pobre y sometido a la pobreza y la explotación.
De paso,
están narcotizando las mentes y paralizando la voluntad de la
ciudadanía. Incluso los partidos de izquierda y los sindicatos se
pierden en debates con los gobernantes acerca de los últimos datos
publicados sobre la creación de empleo o la cobertura del desempleo,
cuando en realidad lo que el Gobierno está creando no es en su mayor
parte ni empleos ni puestos de trabajo. "El derecho al trabajo y el
deber de trabajar" de la Constitución de 1978 pierde su sentido si una
persona no puede prever su futuro y el de su familia más allá de unas
semanas o no cuenta con una remuneración y unas condiciones laborales
suficientes para poder ganarse la vida digna y honradamente. Pues bien,
con la gran mayoría de esos supuestos empleos creados por el Gobierno se
priva a la ciudadanía de futuro y de condiciones de subsistencia
dignas. ¿Qué hacer entonces, amigo mío? Solo veo dos posibilidades
fundamentales: resignación o rebelión.
Me cuentas que estás
cansado de hablar, quejarte, reunirte, concentrarte o manifestarte un
par de horas, para después regresar a casa por donde has venido. Sin
recuperación posible de derechos y situaciones pasadas, queda la
rebelión, que, en mi opinión, queda resumida en la huelga general
indefinida y en una plurivalente desobediencia civil. Llegados a este
punto, las falacias y los círculos viciosos no provienen ya del poder,
sino de la ciudadanía supuestamente indignada. "No se hace nada", "nadie
hace nada" son generalmente los dos grandes parapetos donde se escudan
muchos para encogerse de hombros y concluir que nada puede hacer
personalmente. Algunos sindicatos adornan estas excusas con fórmulas
tales como "no se dan aún las condiciones idóneas para actuar
eficazmente". Sin embargo, "nadie" y "se" son sujetos impersonales, no
existen, no son personas concretas, sino solo conceptos abstractos.
¿Puedes llegar a pensar y decidir que para que haya un día en la calle
10.000 o 1.000 personas es preciso que antes haya 100 o 30 o 10 o
incluso una sola? ¿Por qué no te decides a pensar y actuar, con
independencia de lo que puedan hacer los demás?
Personalmente,
las actuaciones de muchos de nuestros gobernantes me han llevado a
cuestionar la legitimidad de sus propios mandatos, pues atentar directa o
indirectamente contra los derechos y libertades fundamentales del
pueblo deslegitima su razón de ser como gobernantes. De hecho es una
contradicción afirmar, por un lado, en el Título Preliminar de la
Constitución que "la soberanía nacional reside en el pueblo español, del
que emanan los poderes del Estado" y, por otro, que estos poderes
erosionen gravemente los derechos y las libertades fundamentales del
pueblo.
Respetaré, amigo mío, lo que decidas hacer y ser en
adelante, pero te agradeceré mucho, cuando nos encontremos, cambiar las
palabras por los hechos, las tertulias por las acciones, o callar. José
Hierro acaba así el poema mencionado al principio de esta carta: "Sin
palabras, amigo, tenía que ser sin palabras como tú me entendieses".
DdA, X/2.670
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