Francisco Delgado*
El actual jefe del Estado, Juan Carlos I, fue bautizado en Roma en
1938 por un clérigo que luego llegó a convertirse en el Papa Pío XII.
Esto ocurrió cuando se producía la cruzada fascista en España, contra la
legítima República. El mismo año que el dictador Mussolini comenzó a
promulgar una serie de decretos conocidos como leyes raciales,
que introducían medidas discriminatorias y persecutorias en relación con
los judíos italianos… y otras minorías. El mismo año que el Hitler
comenzó con la invasión de territorios europeos para convertirlos al
nazismo. Por entonces Franco trataba de “terminar su obra” llenando las
cunetas de cadáveres en más de media España… Unos meses después
conseguiría por la fuerza, con apoyo externo y la “gracia de su Dios” el
poder, llenando de terror durante años a este país. Por cierto, todavía
no se ha repuesto la justicia, la reparación y la dignidad que esos
hechos merecían, con la complicidad de muchos políticos, que tiene su
origen en el “poderío católico de la cruzada” que hoy, en parte, se
mantiene.
Años más tarde, curiosidades de la historia, ese Papa Pío XII
firmaría con Franco el Concordato de 1953, hoy todavía vigente, junto a
los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede de 1979, que se
firmaron por Suárez en el inicio de la democracia. Aquel Concordato
de 1953 otorgaba a la iglesia católica un extraordinario conjunto de
privilegios en materia simbólica, económica y tributaria, en materia de
enseñanza… etc. incluso siendo considerada, para muchas
cuestiones, como entidad pública, situaciones, hoy, todavía vigentes en
plena democracia (formal), con el respaldo de una muy amplia mayoría del
poder legislativo y de los diversos ejecutivos que han gobernado España
desde 1979. Esto significa que el principio constitucional de “no confesionalidad del Estado” es, en la práctica, “papel mojado”.
Por lo tanto, hoy por hoy, avanzar hacia un Estado laico, es decir,
hacia un Estado de Derecho pleno, es muy difícil (no imposible), dadas
las actuales mayorías políticas que gobiernan de norte a sur y de este a
oeste, formadas por muchos políticos de casi todo pelaje y color muy
“adictos” al catolicismo oficial o al folclórico o a ambos, y lo grave
no es que sean cada uno de ellos (de forma individual y particular)
católicos por convicción (que están en su derecho), sino que “su religiosidad” la ejerzan en su calidad representativa de responsables públicos.
Por eso el actual jefe del Estado español, “puesto” ahí por la gracia
de Franco y del Dios de los católicos y ratificado en el ámbito de una
Constitución votada mayoritariamente en su día hace más de 35 años, no es casual que ejerza de católico, como jefe de un Estado que para “ellos” sigue siendo católico…
“como lo fue siempre”. Y acude en esta ocasión, claro, a Roma, entre
otros, con los ministros Gallardón, Morenés y Fernández (Justicia,
Defensa e Interior), nada más y nada menos.
Que Juan Carlos, como jefe del Estado, viaje al Vaticano estos días…
no es por casualidad, además de que habrá una “importante”
representación internacional de presidentes… como el de Lituania,
Polonia, Ucrania… de varios países latinoamericanos y, por supuesto, el
viajero dictador Obiang.
Y, claro, el católico rey de España, con su amplio séquito, está en
Roma-Vaticano -de forma oficial- (representando a los católicos, no a
mí, ni a otros muchos ciudadanos y ciudadanas) y es recibido, claro, por
Francisco y ofrece una cena de gala que costará un pastizal de dinero
de todos, en honor a la canonización de los papas Juan Pablo II y Juan
XXIII: ¡Faltaría más!
No es de extrañar esta situación, porque -también- algunos líderes de
la “oposición”, como el republicano catalán (Oriol Junqueras) que
considera que, en una “Cataluña republicana”, la iglesia católica
oficial y su folklore ocuparían un papel de privilegio. También, sin
contar a la “vieja guardia” de los Bono, Vázquez, Jauregui, Moratinos,
Belloch… la lideresa emergente del PSOE (Susana Díaz) ejerció de
fervorosa católica en Semana Santa y un PP sin complejos está trufado de
gentes del OPUS y de otras organizaciones ultra, que imponen leyes
civiles de “moral católica”.
Esto es lo que hay, al igual que el actual gobierno de la Comunidad de Madrid regala suelo público para centros de enseñanza católicos
(mientras quita dinero a la enseñanza pública), concede una medalla al
ínclito y franquista Rouco, los católicos (con Francisco a la cabeza)
elevan a los altares a dos de sus líderes en Roma. Nada es casual.
Las cosas no suceden por casualidad. Juan Carlos I viaja a la ciudad
que le vio nacer… y en la mayoría de las ocasiones acude a entrevistarse
con el Papa de turno, acude a misas y actos católicos… Vamos, que hace
de “embajador” de “su católica España”, con la complicidad, en cada
momento, de una legión de variopintos políticos.
La sociedad española se ha secularizado muchísimo,
individualmente se ha liberado de atavismos religiosos… pero en el plano
político los privilegios de la iglesia católica siguen ahí,
liderándolos “su majestad”, que para eso es la “primera autoridad del
Estado”. Por supuesto que obispos, cardenales y Francisco, el papa
argentino: ¡Encantados! ¿Como no lo van estar?… Si, además, expolian
bienes públicos con total impunidad, celebran funerales católicos de
Estado, tienen delegados diocesanos en todos los centros públicos de
enseñanza, en los hospitales, cárceles, ejército… se les subvenciona la
Enseñanza dogmática católica, son casi los “dueños” del negocio de la
caridad, se les financia el culto y el clero con un aparte del impuesto
de la renta, tienen exenciones tributarias, tienen potestad para
solicitar indultos, sus imágenes son condecoradas civilmente… se sientan en las bancadas del poder legislativo muchos de sus fieles, ejerciendo de católicos en función de su cargo.
Quizá por ello, en un plano más actual, el poco ilustrado mito de las
“raíces cristianas de Europa” tiene que ver con que muchas listas a las
elecciones europeas próximas estén trufadas de católicos ejercientes.
Pues a pesar de todo ello, no es descabellado seguir luchando para construir un Estados laicos y una Europa institucionalmente laica.
Una mayoría social europea secularizada avala el proyecto, proyectos
que promueven la libertad de conciencia y la separación (real) de los
Estados de las religiones. No sólo no es descabellado, sino que es muy
saludable para la libertad y la democracia. También en España. Pero
quizá la “corona” sea un obstáculo, por lo que habrá que ir pensando en
una forma de Estado diferente, en un nuevo proceso constituyente.
*Presidente de Europa Laica
La Marea
DdA, X/2.688
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