Jaime Richart
Parece
ser que según la encuesta llevada a cabo por una agencia, "Eurostars",
que mide la satisfacción y calidad de vida de los países, España está
por encima de la mayor parte de los europeos. Pero los resultados de la
encuesta, a buen seguro están falseados o trucados, pues no es probable
que entre los encuestados haya muchos ciudadanos que hayan respondido
desde su miseria y su desesperación. No es nada probable que se haya
preguntado a tantísimo desgraciado que se hurta a la vida exterior y a
tantísimos suicidas que aumentan por momentos como consecuencia de la
depresión social, antes de tomar su suprema decisión...
Así
es que más allá de la visión que Europa y el mundo han de tener de la
España de los recortes sociales; más allá de las frías cifras de la OCDE
y demás organismos que calibran la desigualdad, la riqueza, la pobreza y
demás aspectos económicos y sociales de este país, la vida pública, la
vida mediática y al fin y al cabo la vida real empiezan a impregnarse de
una atmósfera gravemente enrarecida próxima a los estados de
sublevación y revolución. Probablemente similar a la que, sin televisión
y apenas con luz y taquígrafos, envolvió los meses que siguieron a las
elecciones del año 1936 que perdió la derecha y precedieron a la guerra
civil.
Todavía
no se oyen disparos ni se ven pistolas. Pero da la impresión de que es
cuestión de tiempo. De momento, a la indignación, exasperación y
desesperación que se palpa en la vida colectiva de millones de
ciudadanos excluidos o semi excluidos se une una guerra declarada por
ciertos periodistas en periódicos digitales, cadenas televisivas y
radios. Guerra, por ahora de papel, declarada contra dos jueces
defenestrados políticamente por el propio poder judicial ideologizado
por la derecha cavernaria, y contra profesores que se manifiestan
abiertamente contra el abuso y la injusticia generalizadas, tanto
ordinaria como social.
Un
tal Rojo, una tal Durán, un tal Inda, etc, así como otros que colaboran
asiduamente en la cadena televisiva de los obispos equivalentes aquí a
los ayatolahs a los que ellos tanto denostan, abanderan la causa de los
extremistas del gobierno, de las Comunidades allá donde se aloja la
derecha y de los medios afines que son asimismo mayoría. Ellos se
encargan, en el papel repulsivo de mamporrero, de difundir insultos,
desprecios, infamias y libelos contra todo aquél ciudadano o aquélla
ciudadana de cierto relieve público que no se posiciona a favor de los
gravísimos abusos, ni a favor del neoliberalismo ni a favor del fascismo
que avanza día a día a pasos agigantados en este país.
El
clima se hace cada vez más irrespirable. Los políticos del partido del
gobierno se envalentonan cada vez más y su insolencia alcanza cotas de
ultraje a tantos millones que malviven o sobreviven y sin esperanzas de
rehacer su vida. Y las querellas judiciales a diestro y siniestro de
todos contra todos que, por ahora, drenan odio acumulado que recorre
platós y redacciones, ya no parecen suficientes para neutralizar tanta
belicosidad. Los ánimos están tan caldeados que difícilmente podrá
recuperar este país su pulso normal. Una "marcha de la dignidad" será el
último capítulo de una fase histórica antesala de un futuro inmediato incierto e inseguro, pero en todo caso tenebroso.
DdA, X/2.652
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