Ana Cuevas
Cada
día me resulta más difícil el relato de los fenómenos paranormales que
acaecen aquí, en esta Tierra Negra conocida antes como España. Al menos
sobria, lo confieso. En poco tiempo, hemos caído por un vórtice maldito a
un mundo oscuro dominado por saurios desalmados y manipuladores que nos
ha han hecho rehenes.
En este nuevo país, nada es verdad ni es mentira. Todo es según la versión que convenga a los de arriba. Pero para mantener el chiringuito, y poder mentir como bellacos sin que la chusma
se les ponga estupenda necesitan cómplices. Colaboradores necesarios
que den verosimilitud a sus patrañas. Por ejemplo: El 22-M. Dos millones
de ciudadanos se concentran pacíficamente en Madrid reclamando
democracia real, pan y trabajo para todos. Ese mismo día la portada del
periódico "La Razón" pergeña este ecléctico titular: "Terroristas llegados de todos los puntos de España invaden Madrid". Tendenciosillo
como poco ¿no?
Siguiendo la línea de editorial de uno de los más
leales esbirros de Sauron-Rajoy. Ese ser incongruente y viscoso llamado
Malhuenda que dice dirigir telepáticamente su diario entre plató y plató
de televisión. Su máxima es: difama que algo queda. Y por desgracia es
la misma a la que se agarran otros mamarrachos y mamarrachas mediáticos
que desprestigian la noble y necesaria profesión periodística. Una pena.
Pero
los periodistas no son los únicos profesionales que pueden ser
abducidos por el lado oscuro. El Cuerpo Nacional de Policía también
tiene goteras. Y no me refiero únicamente a los policías infiltrados que
cubrían con pasamontañas sus cabezas y a los que numerosos testigos
atribuyen un comportamiento más que sospechoso. Es que el propio Cuerpo y
los sindicatos policiales se inventan pruebas y difunden imágenes de
unas armas que supuestamente portaban los manifestantes. En concreto,
una muleta con un punzón incorporado y una riñonera con bolas de acero.
La cuestión es que la susodicha muleta se la incautaron hace varios días
a un tipo que nada tenía que ver con el 22-M en el escáner de un
juzgado.
Y
lo de la riñonera, pues mira que no se mataron la cabeza, tiraron de
archivo y se les antojó este objeto que requisaron el año pasado. Si
cuela, cuela. Todo por ratificar la verdad oficial aunque esté podrida
de mentiras.
Será que nuestros captores empiezan a notar escalofríos. Por eso azuzan sus jaurías.
DdA, X/2.657
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