Ana Cuevas
Las
 columnas de la Marcha de la Dignidad no han llegado a Madrid para 
cambiar un gobierno. Lo que realmente deseamos es el cambio del sistema.
 Recuperar la democracia. O
 mejor dicho, reinventarla para que se ajuste al origen etimológico de 
la palabra: El gobierno del pueblo. Porque el sucedáneo que nos han 
vendido es un puro cuento chino. El
 pueblo no gobierna nada, más bien sufre el desgobierno de una casta 
política arrogante y desalmada. Seres ajenos a las tragedias y a la 
desesperanza que padece la gente. Endilgándonos
 mentira tras mentira para regalar a los más ricos lo que consiguen 
robar a los más pobres. Aplastando con bota de hierro los derechos 
elementales, incluso el del pataleo, para preservar su alegre latrocinio
 de lo público. Para que no nos canteemos mientras les dura el expolio. 
A
 las dignas columnas de hombres y mujeres libres les aguarda en Madrid 
un recibimiento cuasi militar. Ese tesón pacífico que muestran los 
marchistas les acojona más que un escuadrón de combate sobrevolando la 
Moncloa. Primero se les ignoró. Se impuso un silencio tácito en los 
medios que apenas unos pocos, como Público, se atrevieron a romper. Pero
 en los últimos días, gracias a la ayuda involuntaria de Ignacio 
González, salieron de las sombras. El presidente de la Comunidad 
madrileña (que curiosamente no ha elegido nadie en las urnas) se viene 
arriba y advierte a los partidos que apoyan a la Marcha que están 
"jugando con fuego". Según este tipo oscuro que mantiene soterrado su 
patrimonio y unas turbias relaciones con dudosos empresarios, el ideario
 de las Marchas de la dignidad coincide con el de los neonazis griegos 
"Amanecer Dorado". ¡Con un par! Pero
 en algo coincido con él. Algunas veces los extremos se tocan. En su 
caso la conexión se establece entre su lóbulo extremo derecho cerebral y
 una almorrana extrema que también se carga a la derecha. Vamos que 
piensa con el culo pero enfocando siempre a diestra.
Es
 normal que don Ignacio y todos los mariachis que nos desgobiernan estén
 tan atacados. ¿Cuánto tiempo pensaban que se podía sostener este atraco
 a mano armada contra la ciudadanía? Alguna reacción es previsible 
cuando te están arrebatando el pan y la esperanza con diurnidad, 
premeditación, alevosía y cachondeo. Las mujeres y hombres que marchan 
ahora sobre el suelo madrileño son dueños de la llave que puede abrir 
nuestro destino. Otro mundo, otra forma de entender la democracia, bulle
 en sus corazones. Tic,
 tac, tic, tac...Ha empezado la cuenta atrás para los cuentistas como 
Ignacio González. En este país no nos caben más canallas. ¡Que se vayan a
 su casa! O a sus áticos de lujo a esperar que les desahucien por 
desahogados y chulos. A ver qué sienten. 
Mientras tanto, el Himno a la Libertad rebota
 en las gargantas de la columna aragonesa. Madrid nos abre los brazos 
pese a la legión de antidisturbios que están preparadas para abrirnos 
las cabezas. No tienen idea de cómo son de duras. Como un adoquín, se lo
 juro.
Puntos de Página
DdA, X/2.653 

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