El pasado sábado, un joven turista español de 25 años se
desnudó ante el maravilloso cuadro de Sandro Botticelli El nacimiento de Venus, expuesto en
el Museo de Uffici de Florencia, y se limitó a lanzar, arrodillado, pétalos de
rosa sobre la obra, tal como los dioses alados hacen sobre la diosa del amor en
la propia pintura.
Casi a la misma edad que el joven falleció (1476) en esa
misma ciudad la modelo del pintor, Simonetta Vespucci. Boticelli, que estuvo
profundamente enamorado de su belleza, se limitó a pintarla múltilpes veces el
resto de su vida, tal como hizo en El nacimiento de Venus, nueve años después
de la muerte de Vespucci, que tomó este apellido de su marido Marco Vespucci,
amigo de Boticelli, con el que se casó a los 16 años de edad. No se le conoce
otro amor al artista, que falleció muchos años después (1510), siendo enterrado a los pies
de la tumba de su amada, en la iglesia de Ognissanti, según dispuso como última
voluntad.
De ese modo ha quedado escrita para la eternidad la memoria de aquel amor que no pudo
ser entre la mujer más bella del Renacimiento y el pintor que más amó, vivió y expresó esa belleza. Estoy
convencido de que ambos habrían celebrado esa lluvia de pétalos con la que obsequió a Simonetta el joven turista español. Antes que un acto obsceno, tal como fue denunciado por los carabinieri, su desnudez frente a la Venus naciente les habría parecido la distancia más corta y más intensa de los sentidos para acercarse al amor de la belleza y a la belleza del amor, medio milenio después.
DdA, X/2.656
No hay comentarios:
Publicar un comentario