Jaime Richart
Triste,
cuando son tan maravillosas sus tierras y tan alegres sus gentes...
Triste, por lo que representan y proyectan al mundo sus miles de
mandatarios: sus mandatarios coronados, sus mandatarios políticos, sus
mandatarios empresariales, sus mandatarios judiciales, su burguesía con
fortunas de sospechoso origen. Vergüenza
es la palabra que los define a todos. Indignación y sublevación (por
ahora ésta contenida) es lo que define el estado de ánimo de la mayoría
de quienes lo habitan. Propios y extraños, naturales y naturalizados,
autóctonos e inmigrantes, todos a punto de estallar de odio concentrado.
Nada de santa indignación, nada de cortés y controlada cólera... Los
espíritus honestos viven tal desasosiego, que sólo les falta un
detonante para hacer que la sociedad entera salte por los aires.
La escoria social que está llevando a la ruina a
este país, es decir, a este conjunto de naciones obligadas a soportarse entre
sí por sus dueños desde hace cinco centurias, tras desvalijarlo a lo largo de
diez años Y como
consecuencia de ello, los fundamentos de una sociedad moderna, es decir,
sanidad y educación, se han desmoronado porque esa chusma los desguaza
poco a poco. La crisis económica, en apariencia llegada de fuera, es una
tapadera con la que pretenden justificar los desmanes de miles de
individuos e individuas que han participado en el festín de miles de
millones públicos. La Justicia de los fiscales, con sus falacias y
vacuos argumentos, así como la que imparten ciertos magistrados
contribuye asquerosamente a solaparlos. Los tribunales todavía vacilan y
sueltan a los ladrones o les condena a penas irrisorias por las que ni
siquiera entran en presidio, o salen inmediatamente o el indulto les
espera. Y a cambio, persiguen a los jueces que se atreven a traspasar la
línea roja trazada por el poder casi omnímodo de la escoria
institucional. Y a todo esto, sin devolver los procesados inmensas
fortunas escondidas en paraísos fiscales o pulverizadas en obras
faraónicas fruto de la megalomanía, trufadas de más miles de millones en
mordidas y comisiones.
Qué
triste este país que jamás llega al estado de buena esperanza del
autogobierno de algunos territorios ansiada toda su historia por la
mayoría de sus gentes. Y más triste todavía tras la dictadura, por el
predominio y atroz abuso de la misma casta de hombres y mujeres que
ganaron una guerra civil, ahora alistados mayoritariamente en el mismo
partido político y algunos también en el otro.
DdA, X/2.590
No hay comentarios:
Publicar un comentario