Félix Población
Nadie habría podido imaginar en
aquellos años -finales de los sesenta-, entre los jóvenes componentes que
integrábamos el grupo de teatro “La Máscara”, de Gijón, que nuestro admirado
Albert Boadella, director de Els Joglars, pudiese dirigir en un futuro -por lejano
que este fuese- al actor Arturo Fernández en un escenario.
Para aquellos adolescentes que abogábamos
por un teatro comprometido y de irrevocable impacto social, Boadella y su grupo
independiente de actores eran un ejemplo naciente de lo que el arte de Talía
debería comportar en aquella España franquista en la que empezaban a abrirse
algunos claros aperturistas. El actor gijonés, sin embargo, con sus repetitivos
papeles de galán joven de comedia ligera o vodevil, representaba el nivel
comercial y más evasivo del teatro burgués.
Recuerdo que por entonces trajimos
a Gijón a Els Joglars y que su función “El joc”, un espectáculo exclusivo de
mimo, nos dejó a todos deslumbrados. Por entonces también presentamos en nuestra ciudad a “Los Goliardos” de Ángel
Facio, cuyas “Historias de Juan de Buenalma” nos impresionaron igualmente, con
un jovencísimo Paco Algora entre su elenco libertario.
Han pasado muchos años y todos
sabemos que la evolución de Boadella, procesado, preso y acosado en el pasado
por algunos de sus espectáculos con Joglars como “La Torna” o “Teledeum”, ha
desembocado en un cargo institucional como director de Los Teatros del Canal,
dependiente del gobierno conservador de la Comunidad de Madrid.
Una vez aquí, mi estimado Albert
-con quien mantuve muy gratas conversaciones sobre teatro con motivo de varios
de sus espectáculos-, se dedica a seguir provocando a tope a la catalanidad nacionalista y a mostrar cierta sintonía con
el nacionalismo españolista, hasta el punto de aproximar su ideario o no
hacerlo disentir al menos con el del gobierno que le paga, en contra de lo que
hizo en Cataluña durante años.
Mucho me temo que movido por esta trayectoria, Boadella haya querido
reafirmarla una vez más con la elección del más conservador de nuestros
actores, Arturo Fernández, y la figura de uno de los mitos más
consagrados de nuestro teatro, el don Juan Tenorio de José Zorrilla.
Albert hace realidad con ello lo que los jóvenes integrantes de “La
Máscara” nunca hubiéramos previsto, a pesar de habernos iniciado en la
escena con el montaje de un esperpento valleinclaniano (“Sacrilegio”),
que ahora el gran actor y director José Luis Gómez acaba de emplear como
colofón a su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua.
Entre el 6 de febrero y el 2 de
marzo los madrileños podrán presenciar una función en la que una joven y
moderna directora -según sinopsis- se propone montar un “Don Juan Tenorio” concebido
desde una óptica contemporánea y demostrar la caducidad del personaje, pues
según sus razones el mito es hoy totalmente ficticio, anacrónico y machista. La
elección, empero, del experimentado actor Arturo Fernández para interpretar el personaje
del comendador don Gonzalo desbaratará con sus acciones las teorías de la joven
directora.
A falta de lo más importante,
presenciar el espectáculo, conviene recordar que don Gonzalo, padre de doña
Inés, acuerda con don Diego Tenorio el
casamiento de su hija con don Juan, pero al ver en lo que se convertiría esposo
tan mujeriego, los dos coinciden en anular la boda. Don Juan acaba matando a
don Gonzalo, pero el espectro del comendador aparece al final para que Tenorio se
salve de la condenación eterna.
Es muy probable que Boadella, por
oficio y saber reconocidos, haya sabido crear una versión solazada de la obra
de Zorrilla y que la contribución del octogenario actor gijonés -que iba para boxeador con el apodo de “El
tigre del Piles”- sea decisiva para su montaje, pero mucho me temo que el
espectáculo dará la campanada antifeminista, sobre todo si Fernández hace de sí
mismo como actor y Boadella hace también de sí mismo como provocador nato. Conste
que quisiera equivocarme.
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