sábado, 14 de diciembre de 2013

LA VOZ DE UN MÉDICO DE BARRIO Y A CONCIENCIA EN INTERECONOMÍA


Félix Población

Hay gente así en medio de esta sociedad española amenazada por todos los riesgos de involución, atemorizada, amorfa, desencantada, hipertrofiada, indiferente, sumisa o digitalmente indignada en la doméstica paz internáutica. Gente como este médico de familia al que le tiembla la voz pero no el concepto mientras habla, porque está comprobando a diario que entre sus pacientes los hay que han decidido privarse del medicamento que requieren para que su salud no se quiebre porque diez euros pueden resultar indispensables para sobrevivir en familia y dar de comer a los más jóvenes, desempleados y sin expectativas de porvenir.

El médico se llama Carlos y dice hablar desde una barriada obrera con una gran componente de población inmigrante. Asiste cada día a la intrahistoria desesperada que se está viviendo en muchos hogares, mientras un ministro con trazas de abominable y grotesca estantigua mediática -el tal Montoro- se mofa de sus conciudadanos hablando de un naciente e inverosímil renacimiento económico.

Este señor daría mucha risa con su estampa guiñolesca y su voz de hechicero ladino al que solo le falta el capirote si no fuera porque el sentimiento de repulsión se antepone a cualquier otra impresión objetiva, sobre todo si se avista su grotesca e hipócrita semblanza desde uno de esos hogares en donde la modesta pensión de un jubilado sirve para acoger a dos generaciones, aunque sea a costa de que la enfermedad haga mella en los más mayores por no poder acceder a la medicación de repago si eso comporta menos pan o menos leche en casa.

La calidad humana y cívica de quien habla en ese programa de Intereconomía está fuera de toda duda, de ahí la escucha silenciosa que se aprecia entre los tertulianos. Nadie se atrevería a dudar de su palabra porque la percibimos con la entera honradez de quien expresa con su discurso una realidad constatada de la que él mismo forma parte como representante nada menos que de la sanidad pública. Su voz fluye con la precisión y emoción propias de quien lleva dentro un mensaje largo tiempo reflexionado y madurado ante una cotidianidad que le exaspera como médico y como ciudadano. 

Carlos pide urnas vacías para castigar tanta malandanza entre una clase política cuyo signo distintivo a lo largo de muchos años ha sido y sigue siendo el de la corrupción, tal como las hemerotecas pueden demostrar y los españoles vienen soportando mientras sus condiciones de vida se degradan.  Esa clase no representa moralmente a ninguno de esos ciudadanos a los que presta asistencia profesional Carlos, cada vez más desasistidos de lo básico, mientras nuestros eurodiputados se resisten a viajar a Bruselas en clase turista por temor acaso a que, al no poder cruzar las piernas en el asiento durante las tres horas de trayecto, se les necrose el pene. Le faltó decir a nuestro médico que la necrosis la llevan en la conciencia.

DdA, X/2.568

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