lunes, 18 de noviembre de 2013

LOS CIELOS DE CADA DÍA

Alicia Población

Cuando empiezan a desdibujarse los suspiros en el aire es cuando más bonitos están los cielos.
Tengo la costumbre, o manía de, al abrir los ojos, nada más despertarme, echar un vistazo a mi pared izquierda, donde se refleja la primera luz. Poco a poco he aprendido a distinguir si merece la pena levantarse corriendo, ir a la habitación de al lado, la que le da la cara al río, abrir la persiana y asomarme al balcón para ver el amanecer, pero en realidad todos los amaneceres merecen la pena, porque todos te dicen algo.

Los cielos de por la mañana son una especie de anticipo del día que se acerca. Tengo la suerte de no ser tan absolutamente supersticiosa como para creer que un cielo nublado vaticina un mal día, de hecho hay grises que me enamoran ya desde la cama, pero es verdad que los cielos rojos, mezclados con un naranja rebelde y un tímido rosa se llevan el éxito.

 

Me resulta curioso que a veces, cuando levanto la mirada, los colores, las formas de las nubes, y toda la armonía y el conjunto increíble que crean, me adivinan sentimientos, emociones, recuerdos; y de repente me veo comparando cielos con personas. Al igual que al mirar a alguien pueden asaltarte pensamientos, imágenes pasadas, o incluso futuras, y otra serie de sensaciones, cerebrales, físicas y emocionales, con los cielos pasa algo similar. No tienen que ser personas conocidas, de hecho un cielo nunca se conoce del todo, siempre es diferente, pero cuando te presentan a alguien o lo conoces o simplemente vas por la calle fijándote en la gente, cada cual te hace pensar en algo diferente. A veces creo que es lo que deben sentir los fotógrafos; fotografiar a personas desconocidas casi ni está permitido, pero a un cielo se le puede hacer una foto sin disimulo. 

Quizá se trata de dejar constancia en una película fotográfica de los sentimientos, las emociones, los recuerdos, que brotaron a flor de piel cuando lo miraste; y el cielo no va a mirarte mal ni a hacer una mueca descortés, simplemente seguirá su vida y cambiará sus colores y, cuando le toque, dejará que se escapen unas cuantas estrellas, que, con un poco de suerte, alumbrarán otros sentimientos, otras emociones, otros recuerdos.

                                                                                                                                                      DdA, X/2.543

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