Antonio Aramayona
Una parte considerable de las víctimas del terrorismo (principalmente la asociación AVT) se ha decantado desde sus inicios por quedarse bajo la sombra de las posiciones más conservadoras del país, decantarse netamente por partidos políticos como el PP y arremeter visceralmente contra todo lo que pudiere sonar a socialismo o a izquierda. Cuando el PSOE está catatónico (ahora lo está), la AVT señala entonces al juez español que integra el Tribunal de Derechos Humanos de la UE. Y a gritar y a condenar.
Una parte considerable de las víctimas del terrorismo (principalmente la asociación AVT) se ha decantado desde sus inicios por quedarse bajo la sombra de las posiciones más conservadoras del país, decantarse netamente por partidos políticos como el PP y arremeter visceralmente contra todo lo que pudiere sonar a socialismo o a izquierda. Cuando el PSOE está catatónico (ahora lo está), la AVT señala entonces al juez español que integra el Tribunal de Derechos Humanos de la UE. Y a gritar y a condenar.
Algunas asociaciones de víctimas del
terrorismo deberían haberse granjeado las simpatías abiertas de toda la
sociedad española, con independencia de las ideologías y las adscripciones de los
ciudadanas y ciudadanos. Sin embargo, han ido configurando, a base de
paraguazos, insultos, consignas y gritos, una identidad social (ante la opinión
pública) controvertida y montaraz.
Ayer, domingo, 27 de octubre, volvieron a
verse las mismas escenas, esta vez con la charlotada añadida de algunos
dirigente del PP que salieron a pescar y se encontraron en medio del río revuelto
del cabreo indiscriminado de a quienes tanto habían adulado en otros tiempos.
Eché en falta ayer, sigo echando en falta
desde hace años, lo único que me conmovería profundamente: su dolor digno, su
dignidad dolorida.
Los obispos celtibéricos, callados como
muertos. Y es que están muertos: dejad que los muertos entierren a sus muertos.
DdA, X/2.524
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