Jaime Richart
Me encantaría escribir, como en otro tiempo, acerca
del amor, de la amistad, de la belleza, del arte, de la historia, de la moral o
de etología. Pero me es imposible. Son tantas las canalladas, las injusticias,
los abusos, las mentiras, las falsedades y marrullerías del poder de este país
allá donde se aloja que sólo soy capaz de vomitar.
Pero ahora voy a hacer una excepción y un canto al
caos. Paul Claudel decía que el orden es el placer de la razón, el desorden la
delicia de la imaginación. Y aquí, en España vivimos un episodio continuo de
desorden y de caos en todas las esferas. Los poderes no sólo cometen abusos, es
que los calculan maliciosamente para seguir ciegamente las pautas atroces del
sector más despiadado de la sociedad estadounidense y anglosajona. Pautas
presididas por el propósito de diezmar a la población mundial por distintas
vías. De aquí el abismo existente entre la praxis del poder fáctico de toda la
historia (del que siempre fue y es su cómplice el poder político), y la
sensibilidad y raciocinio de la ciudadanía común: dos niveles de moral.
El mal y la injusticia no están instalados en la
sociedad humana como inevitables, como un reflejo de un satanás presente en
todas las culturas y diversos aspectos. El mal y la injusticia están
incrustados en esta sociedad española por una maldición de origen desconocido.
Los breves periodos históricos de paz y esplendor no han sido más que épocas
preparatorias del retorno del mal y la injusticia invasores.
En todo caso y aunque sólo sea para no defraudar a
Paul Claudel y contentar a un amigo mío positivista que detesta especialmente
la actitud contraria, en adelante, y ya que hasta ahora me he librado de ella,
voy a intentar sacar partido de la desgracia aunque también se cebe en mí. El estoicismo
es eso. Y en estos tiempos caóticos y difíciles sólo pueden dormir a pierna
suelta los malhechores, los que carecen de escrúpulos, los ignorantes de todo y
los estoicos. Porque además, y por si no tuviéramos bastante con el caos, como
decía Quevedo, en tiempos difíciles es grave tener razón.
DdA, X/2.515
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