En una biografía
rigurosa, como todo lo escrito por Emil Ludwig, Maria Antonieta,
favorita de Luis XVI, rey de Francia, es una mujer frívola y voluble, de
gustos caros y rodeada de una camarilla intrigante. Pronto se gana la
fama de reaccionaria y despilfarradora. Ignora la miseria del pueblo y
con su conducta contribuye al descrédito de la monarquía que desembocó
en la Revolución Francesa. Cuenta Ludwig que era tal su desverguenza que
cuando sus "asesores" le trasladaban el clamor del pueblo exigiendo
pan, ella contestaba: "que coman bollos".
La
revista alemana Der Spigel relata una historia que ilustra
perfectamente lo escandaloso de la situación actual en España que
recuerda épocas pasadas como la de esta mujer. Se refiere a la Alcaldesa
de Madrid, cuyo único "mérito" es ser la señora de Aznar. Según
el semanario, "el Ayuntamiento es un palacio cuya remodelación ha
costado 500 millones de euros; su despacho es mayor que el del
Presidente de los Estados Unidos, tiene "un mayordomo cuya única función
es servirla el café", y 260 asesores personales y altos cargos que
cobran de media 60.000 euros. El Ayuntamiento posee, además, 267 coches
oficiales de uso personal: más que todas las capitales de la eurozona
juntas.
La administración no tiene medida; la ostentación suntuaria más indecente tiene lugar en medio de una penuria extrema, donde Cáritas ha de atender a mas de un millón de personas, y un 26% de los niños vive por debajo del umbral de la pobreza. Y el país en situación de rescate. ¿Cómo se atreve a ir a misa y a salir a la calle? Pero no es la excepción, es la regla."
No
está confirmada la descripción de Der Spigel, pero llueve sobre mojado.
La estela dejada por la burbuja inmobiliaria, los faraónicos templos a
la necedad y al culto a la personalidad de muchos políticos,
principalmente del partido en el poder ejercido de manera absoluta, no
permiten la presuncia en contrario.
Ana
Botella, esposa del ex presidente Aznar, (salvando las enormes
distancias en glamour e inteligencia) recuerda a Maria Antonieta y sus
dispendios mientras el pueblo moría de hambre... Si hacemos caso a Der
Spigel, Botella gasta como un jeque árabe viajero acompañado por sus 260
mujeres conduciendo cada una con su respectivo coche.
Es
cierto que ese derroche desafiante no es solo cosa suya, pues en
prácticamente todos los ayuntamientos, Comunidades y el propio Estado
los gastos suntuosos y personales en A o en B son de escándalo. Pero el
hecho de estar situada esta mujer, Ana Botella, en el epicentro de la
península, en el centro de la capital española, en el foco de la causa
centralizadora del partido político en el poder y en el centro de lo que
resulta un contubernio político con su egocéntrico marido, hace de ella
y de sus prácticas un ser despreciable. Y doblemente despreciable si
pensamos que, como ya sabe el mundo entero, millones de personas en este
país, si no mueren de hambre como en los tiempos prerrevolucionarios en
Francia, se desangran moralmente por no tener nada que llevar a la boca
de sus hijos en espera de que la caridad o la filantropía, les libre de
la enfermedad, de la inacción y de la miseria absoluta.
España
está al borde del colapso social y de la quiebra. Si los dirigentes en
todas las esferas no reaccionan a tiempo y siguen, como Maria Antonieta y
Ana Botella, sin privarse de sus caprichos y sin gesto alguno que
alivie la indignación que en regueros corre por calles y redes
sociales, España puede volver a ser un espacio socialmente incendiado.
La represión nunca ha sido la mejor consejera para estabilizar a un
país. Entren en razón y, como Bergoglio en Roma, limpien los poderes de
basura, de codicia y de soberbia sus cuarteles de invierno. En caso
contrario, no extrañe al mundo que la sociedad civil regrese al año 36.
DdA, X/2.514
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