Ana Cuevas
La
presidenta de Castilla-La Mancha no oculta su ultracatolicismo
militante. Militante, porque como practicante deja un poco que desear.
Tiene problemas, pequeñas contradicciones con el catecismo que defiende.
Se casó, se divorció, volvió a casarse con un divorciado y en el
intervalo fue madre soltera recurriendo a la reproducción asistida.
Todos pecados gordos según sus creencias. Pero esta es la grandeza de
la religión católica: Puedes pecar y pecar contra lo que predicas y
luego, con tres avemarías y un padrenuestro, vuelves a poner el marcador
a cero.
Mientras tanto nada te impide ser inflexible con la moral y la
libertad ajenas e incluso legislar para prohibir o sancionar los
supuestos pecados de los otros. De la misma forma, los que se comporten
como buenos católicos apostólicos y pre-conciliares, aunque sean los
denostados funcionarios, serán recompensados. La Junta de Cospedal envió
un correo a los trabajadores explicándoles que si asistían a misa, se
les beneficiaría con hora y media de dispensa laboral remunerada. Está
feo ésto tratándose, como se trata, de un estado aconfesional y de una
comunidad que ni siquiera cubre (o lo hace muy tarde y mal) las bajas de
dichos funcionarios.
Pero además es discriminatorio porque, digo yo,
los que pertenecen a otros credos o son ateos ¿no serán compensados de
otra forma? A lo mejor la señora Cospedal tiene grandes ideas para
conseguir que su funcionariado corresponda a esa marca España, como dios
manda, que tanto le pone a la presidenta.
Podría, por ejemplo,
ofrecerles que fueran recuperando los moscosos y canosos cumpliendo una
serie de requisitos. Detalles como llevar la peineta durante el horario
de trabajo o rezar el rosario en el rato del bocata. Y sobre todo añadir
a los permisos para misas, licencias pagadas para ir a los toros. Así
conseguiría un cuerpo de élite formado en los baluartes del
nacional-catolicismo. La sempiterna charanga y pandereta que tan
virtuosamente bien saben tocar los de su casta.
DdA, X/2.503
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