Jaime Richart
Muy pronto
empezó a preocuparme determinar en
qué consiste realmente de la
inteligencia humana. Como el régimen
autoritario en que vivía embridaba
la cultura y perseguía al crítico
social, me costaba más trabajo
llegar a conclusiones aceptables. Lo que buscaba, siempre adolecería
de la falta de contrastes y de pruebas empíricas
que el régimen
obstruía pero
luegollegarían.
Llegó
la democracia burguesa y las circunstancias
idneas para
la constatación buscada.
Si bien no era a priori imprescindible la prueba que yo pretendía
pues, por un lado, al conocimiento de las cosas se llega no sólo
por la razón sino
también a través
de la intuición, de la
voluntad, del instinto y de la emoción
(irracionalismo), y, por otro, la "sabiduría"
es un concepto universal e intemporal
mientras el de "inteligencia"
es coyuntural y equívoco, con
el advenimiento del nuevo régimen y la
política práctica
quedaban enfrontados y cuestionados ambos.
Así
las cosas, se puede verificar que políticas
de políticos de
postín adornados con títulos
de categoría
(ingenieros, economistas, juristas, etc) y asistidos por no menos ilustres
mentores con sus correspondientes galardones académicos,
con la crisis se han revelado como decisiones propias, unas veces de truhanes y
otras de cretinos...
El despilfarro que comenzó
en el año 1993 con
la llegada de los fondos de cohesión
europeos, la puesta en marcha de obras públicas
que ahora se prueban como escandalosamente equivocadas y generadoras de
cuantiosas pérdidas
(gestión del
naufragio del petrolero Prestige, accidente ferroviario de Santiago, quiebra de
red de autopistas y otros estragos; todo debido a cálculos
de necios, aparte el pillaje generalizado de otros políticos
sólo atentos a acortar el camino
de su enriquecimiento personal, etc), descubre la abismal distancia entre la
inteligencia artificiosa de los dirigentes vehiculada por la temeridad, la
imprudencia o la malicia, y la sabiduría
que desde hace siglos brilla por su ausencia en este país
y que ya pocos son capaces de atisbar y
valorar. Si ya antes la consagración
de la "inteligencia" (que personalmente sólo
asocio a las aptitudes creativas) y el menosprecio de la sabiduría
eran un hecho, con el estallido de la burbuja inmobiliaria en Españs
y la crisis bancaria y financiera en el mundo occidental, la distancia entre
ambas ha pasado de medirse con magnitudes terrestres a medirse con magnitudes
siderales hasta alcanzar niveles de personajes descerebrados.
La sabiduría
se predica de individuos aislados y la inteligencia de individuos concretos y
de grupos completos. Pero en España,
si la sabiduría abunda
como en cualquier otro país y los
talentos más que en
cualquier otro país, la
inteligencia colectiva de los grupos concretos secularmente dominantes está
a la altura de los países menos
evolucionados y desarrollados del mundo. La estúpida
presunción, la
jactancia, la soberbia, el dogma y la necedad han prevalecido siempre salvo en
cortos periodos, sobre la fina inteligencia, sobre el tacto y sobre la sabiduría.
No hay más que echar
un vistazo a su historia, y desde hace casi cuarenta años
a la irrisoria manera de organizar políticamente
al país y a la escasa estatura de
los gobiernos que han desfillado, de sus economistas, de sus leguleyos y de sus
ingenieros en política: las
tres especialidades del saber que configuran el destino de cada país
occidental.
DdA, X/2.490
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