Las palabras nunca alcanzan
cuando lo que hay que decir desborda el
alma.
(Julio Cortázar)
(Julio Cortázar)
1 de
septiembre de 1895.
Candelaria tiene miedo. A sus 33 años
viste de luto riguroso y ya sabe lo que es un parto. Los dolores van en aumento
y con cada contracción se le atenaza el corazón al pensar en la niñita que
perdió hace un año. También sabe lo que es la pena: Adoración Juliana falleció a
los siete meses víctima de una gastroenteritis. Era su segunda
hija. Cecilio, su marido, también tiene 33
años. Apenas llevan seis años casados y espera ilusionado su tercer hijo. Tal
vez haya suerte y esta vez sea un varón, piensa. Hoy llegó antes de lo habitual
a casa de su trabajo en el campo y la había obligado a meterse en la cama con la
promesa de que él se encargaría de la Sagrario, la hija mayor, y de avisar a la
partera. Era domingo y por tanto, no había que atender la
carnicería.
A las seis de la tarde y en la casa que
ocupaba el matrimonio en la Calle Prior de Torrubia del Campo (*), vino al mundo
Gil Arturo Torres Barranco, mi abuelo, nieto por línea paterna de Juan Francisco
Torres y de Alejandra Gutiérrez, ambos ya difuntos cuando nació su nieto y
naturales de la misma villa, y por línea materna de Luis Barranco y Gregoria
Plaza, naturales de Torrubia del Campo y El Acebrón
respectivamente.
1 de
septiembre de 1939.
Es viernes y aún no ha amanecido, pero
Arturo está despierto. Ignora que hace apenas dos horas Alemania acaba de
invadir Polonia. Ignora que acaba de comenzar la Segunda Guerra Mundial.
Contempla como Juana amamanta a Gonzalo, su pequeño hijo de seis meses.
Sagrario, Adoración y Arturo duermen. Dentro de poco comenzará a clarear el día
y le espera una dura jornada en el campo. Intentará con la ayuda de un jornalero
preparar las tierras para que el próximo año, libre de guerra ya, pueda recoger
una cosecha que le garantice el sustento de la familia. En apenas un mes
comenzará la vendimia en la Cuesta Malgacenas. Si ésta es aceptable tendrá
liquidez para invertir en la futura siembra.
Se incorpora de la cama con cansancio y
en silencio. Desde que terminó la Guerra no ha conseguido dormir bien. Aunque
intenta convencerse de que no hay motivo para sentir miedo, no lo consigue. Su
implicación con el Frente Popular y su militancia en Izquierda Republicana sabe
que no pasarán desapercibidas para los nuevos valedores de la
Patria. Antes de terminar de lavarse la cara,
escucha unos pasos y a continuación alguien golpea la albada de la puerta
bruscamente. A medio vestir, sin peinar, y secándose el agua que le resbala por
el cuello se apresura en abrir. Según avanza cae en la cuenta de que ese día
cumple 44 años. Está cansado, muy cansado.
Al otro lado del portón una pareja de
la Guardia Civil y algunos falangistas de la localidad. No hay cruce de
palabras. Tan solo insultos que le incluyen de inmediato en la lista de las
hordas rojas que quiere aniquilar el cudilloporlagraciadedios. Mientras le
conducen a la cárcel del pueblo siente uno a uno en su cansado cuerpo los
golpes de las culatas de las escopetas. Después el silencio y tal vez el miedo,
mucho miedo.
(*)Toda la familia del abuelo por línea
paterna había nacido en la villa de Torrubia del Campo y en cuanto a la línea
materna, hasta donde conozco, gran parte de ella. En la Desamortización (de
Mendizabal) de bienes rústicos pertenecientes al clero durante los años
1836-1945 en Torrubia del Campo, se hace referencia a un antepasado del
abuelo: “Galo Barranco, vecino de Torrubia, labrador acomodado.
En el año 1843 compró 88,48 hectáras. en Torrubia por 18.080 reales de
vellón”
*Nieta de un republicano
español
http://memoriadebusqueda.blogspot.com.es/2013/09/1-de-septiembre.html
DdA, X/2.471
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