Unas memorias auténticas de un ministro de Franco que se precie, siendo además uno de los últimos
sobrevivientes de los gobiernos del viejo régimen, no podían titularse de otro
modo. Sin cambiar de bandera, así se llaman las de José Utrera Molina,
que a sus 87 años mantiene muy vivas sus convicciones, de las que debe de dar
cuenta en calidad de suegro al actual ministro de Justicia, Ruiz Gallardón.
Es muy
probable que a Utrera, sin embargo, las reuniones de familia no le hayan
bastado para reprocharle al exalcalde de Madrid que no derogue la Ley de Memoria Histórica. Por
eso y porque al ministro franquista no le faltan medios de información para
hacer notar su ideario, ha elegido entre los posibles al diario ABC para
ventilar sus fantasmas, aquellos que probablemente le duelan en la conciencia.
Cree
Utrera, en el artículo que ha firmado anteayer en dicho rotativo, que los españoles no podrán
vivir en plena reconciliación
mientras la aludida ley esté en vigor, ya que “criminaliza a los que un día
fueron vencedores y menosprecia a los vencidos con el hedor sectario y
manipulador que impregna todo su texto”. “Desde la atalaya que ofrece mi avanzada edad y aún consciente de mi
insignificancia -escribe-, pido al Gobierno que derogue de una vez y para siempre la Ley de la Memoria Histórica;
una norma legal que resucita y alienta los viejos odios olvidados y nos pone
otra vez al borde de las trincheras, cuando la memoria de unos languidece y la
de otros se alimenta de fantasías inaceptables llenas de rencor y de odio”.
Se atreve
a decir en su artículo quien formó parte de los gobiernos de la dictadura por
partida doble, con los fallecidos Carrero Blanco y Arias Navarro como
presidentes, que se “debe dejar a los muertos que reposen en paz y que se deje
de mancillar los esqueletos”, siendo quien lo aconseja miembro ejecutivo del régimen
levantado sobre las tumbas sin nombre ni identidad de miles de conciudadanos
asesinados durante y después de la
Guerra de España, todos ellos enterrados como alimañas en cientos
de fosas y cunetas.
No hay
mayor mancilla para la memoria de un país que haber mantenido durante la
dictadura -casi cuatro decenios- y después
a lo largo de la democracia -camino de otras cuatro décadas también-, a
tantísimas víctimas de la masacre franquista sin un enterramiento digno. Pero
el señor Utrera Molina va más allá en su artículo: aboga porque las viejas
estatuas ecuestres del extinto caudillo y demás prohombres del viejo régimen retornen
a sus sitiales públicos, aunque su erección en las calles y plazas de España se
haya verificado con el advenimiento de la paz, mientras no dejaban de firmarse miles
de sentencias de muerte llenas de rencor y odio, con miles de españoles
sufriendo cárcel, destierro interior o exilio. ¿Es así como el ministro franquista
concibe la reconciliación? ¿Es posible imaginar una reconciliación entre
españoles, basada en que el verdugo siga cabalgando sobre los pedestales de sus
viejas estatuas imperiales mientras bajo tierra permanecen enterradas miles de sus
víctimas, sin la dignidad que merecen como seres humanos tanto ellas como sus
descendientes, muchos de ellos ya fallecidos sin haber logrado la consecución
del derecho civil y cristiano que les asiste?
No creo
que de ese modo, con la bandera que despliega en su escrito, el ministro franquista pueda reconciliarse tampoco con su conciencia.
Ni con la civil, ni con la cristiana.
Fotos: Retirada de la estatua de Franco en Santander y portada del libro de memorias de José Utrera Molina, en cuyo subtítulo se puede leer: El testimonio, desde la fildelidad a su ideario falangista, de quien vivió los entresijos que posibilitaron la transición.
DdA, X/2.433
1 comentario:
Tendría más dificultades un demócrata republicano y de izquierdas que un neofranquista para publicar su opinión en cualquier de los mayores medios de comunicación de España. Esa es la gran derrota de la transición, inausumible para ese 50 y tantos por ciento de jóvenes desempleados.
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