viernes, 12 de julio de 2013

LA MEMORIA DE UTRERA MOLINA CABALGA SOBRE FRANCO



Félix Población
 
Unas memorias auténticas de un ministro de Franco que se precie, siendo además uno de los últimos sobrevivientes de los gobiernos del viejo régimen, no podían titularse de otro modo. Sin cambiar de bandera, así se llaman las de José Utrera Molina, que a sus 87 años mantiene muy vivas sus convicciones, de las que debe de dar cuenta en calidad de suegro al actual ministro de Justicia, Ruiz Gallardón.

Es muy probable que a Utrera, sin embargo, las reuniones de familia no le hayan bastado para reprocharle al exalcalde de Madrid que no derogue la Ley de Memoria Histórica. Por eso y porque al ministro franquista no le faltan medios de información para hacer notar su ideario, ha elegido entre los posibles al diario ABC para ventilar sus fantasmas, aquellos que probablemente le duelan en la conciencia.

Cree Utrera, en el artículo que ha firmado anteayer en dicho rotativo, que los españoles no podrán vivir en plena reconciliación mientras la aludida ley esté en vigor, ya que “criminaliza a los que un día fueron vencedores y menosprecia a los vencidos con el hedor sectario y manipulador que impregna todo su texto”. “Desde la atalaya que ofrece mi avanzada edad y aún consciente de mi insignificancia -escribe-, pido al Gobierno que derogue de una vez y para siempre la Ley de la Memoria Histórica; una norma legal que resucita y alienta los viejos odios olvidados y nos pone otra vez al borde de las trincheras, cuando la memoria de unos languidece y la de otros se alimenta de fantasías inaceptables llenas de rencor y de odio”.

Se atreve a decir en su artículo quien formó parte de los gobiernos de la dictadura por partida doble, con los fallecidos Carrero Blanco y Arias Navarro como presidentes, que se “debe dejar a los muertos que reposen en paz y que se deje de mancillar los esqueletos”, siendo quien lo aconseja miembro ejecutivo del régimen levantado sobre las tumbas sin nombre ni identidad de miles de conciudadanos asesinados durante y después de la Guerra de España, todos ellos enterrados como alimañas en cientos de fosas y cunetas.

No hay mayor mancilla para la memoria de un país que haber mantenido durante la dictadura -casi cuatro decenios-  y después a lo largo de la democracia -camino de otras cuatro décadas también-, a tantísimas víctimas de la masacre franquista sin un enterramiento digno. Pero el señor Utrera Molina va más allá en su artículo: aboga porque las viejas estatuas ecuestres del extinto caudillo y demás prohombres del viejo régimen retornen a sus sitiales públicos, aunque su erección en las calles y plazas de España se haya verificado con el advenimiento de la paz, mientras no dejaban de firmarse miles de sentencias de muerte llenas de rencor y odio, con miles de españoles sufriendo cárcel, destierro interior o  exilio. ¿Es así como el ministro franquista concibe la reconciliación? ¿Es posible imaginar una reconciliación entre españoles, basada en que el verdugo siga cabalgando sobre los pedestales de sus viejas estatuas imperiales mientras bajo tierra permanecen enterradas miles de sus víctimas, sin la dignidad que merecen como seres humanos tanto ellas como sus descendientes, muchos de ellos ya fallecidos sin haber logrado la consecución del derecho civil y cristiano que les asiste? 

No creo que de ese modo, con la bandera que despliega en su escrito, el ministro franquista pueda reconciliarse tampoco con su conciencia. Ni con la civil, ni con la cristiana.


Fotos: Retirada de la estatua de Franco en Santander y portada del libro de memorias de José Utrera Molina, en cuyo subtítulo se puede leer: El testimonio, desde la fildelidad a su ideario falangista, de quien vivió los entresijos que posibilitaron la transición.

DdA, X/2.433 

1 comentario:

ÁNGEL DE ANLEO dijo...

Tendría más dificultades un demócrata republicano y de izquierdas que un neofranquista para publicar su opinión en cualquier de los mayores medios de comunicación de España. Esa es la gran derrota de la transición, inausumible para ese 50 y tantos por ciento de jóvenes desempleados.

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