De todos es sabido que al actual alcalde de
Valladolid, Javier León de la
Riva, se le conoce más en España por sus excesos verbales que
por su gestión al frente del municipio que preside. Todos recordamos aquellas
declaraciones que dieron lustre a su personalidad cuando al referirse a la ministra
socialista de Sanidad, Leire Pajín, la calificó como una chica preparadísima, hábil, discreta, que va a repartir condones a
diestro y siniestro por donde quiera que vaya y que va a ser la alegría de la
huerta. A lo que añadió, en el más casposo de los estilos machistas de puro
y bragueta: Tengo que decir que cada vez
que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo, pero no lo voy a decir aquí.
Bien, pues el alcalde de Valladolid,
no contento con ofender a quienes pueden responderle en vida, ha dado un paso más
en el perfil de bocazas que le caracteriza tratando de difamar a quienes ya reposan en
tierra y fueron víctimas de la represión franquista. En este caso, ha pretendido
hacerlo en la persona de su predecesor durante la segunda República, el alcalde
socialista Antonio García de Quintana.
León de la Riva
no ha aportado un solo dato para respaldar su opinión, sólo se ha limitado a insinuar: Es mejor no profundizar demasiado
en la figura García de Quintana, no sea que encontremos algo que no nos va a
gustar saber.
Natural de la localidad cántabra
de Vicarriedo, donde nació en 1894, Antonio García de Quintana fue militante del
Partido Socialista Obrero Español y sindicalista de la UGT. Tipógrafo de profesión,
obtuvo luego plaza de contable en el Colegio de Notarios de Valladolid, donde
conoció a Brígida, con quien se casó y tuvo tres hijos. En
1920 entró como concejal socialista en el Ayuntamiento de la ciudad, donde
destacó por su lucha contra los monopolios de los caciques locales, los llamados
albistas (seguidores de Santiago Alba). Estos controlaban, entre otras, las
compañías de electricidad Electra y la de suministro de aguas, Sociedad
Industrial Castellana, contra las que sostuvo duras batallas García de Quintana por
la falta de suministros que ofrecían a los ciudadanos, unida a la carestía de
precios. Controlaban los albistas también el periódico local, El
Norte de Castilla, lo que propició que García de Quintana mantuviera sus
luchas desde el diario obrero Adelante, del que fue director entre
1931 y 1934, un rotativo que fue clausurado en varias ocasiones y que llegó a
tener incluso mayor tirada que el propio Norte
de Castilla.
Antonio García de Quintana se
ganó fama de hombre moral de férreos principios y colaboró en el desarrollo de la Casa del Pueblo en Valladolid
como centro de formación política del socialismo vallisoletano y como sede de la
que salieron iniciativas como la Universidad Popular Pablo Iglesias, grupos de
teatro y otras actividades culturales. En 1932 García Quintana sustituyó a su compañero Federico
Landrove al frente de la alcaldía de Valladolid. Ocupó ese cargo hasta que fue
destituido tras la revolución de octubre 1934, a la que se opuso.
Llama la atención que cuando se le cesó como alcalde fue defendido públicamente por sus adversarios
políticos, ganándose el beneplácito, incluso, del propio arzobispo de Valladolid.
En 1936 fue repuesto tras las elecciones que dieron la victoria al Frente
Popular. Su mayor objetivo desde entonces fue la educación, poniendo en marcha
escuelas, comedores para los niños que acudían a la escuela sin comer y bibliotecas en los centros escolares.
Se cuenta de este alcalde
socialista que cuando iba de vuelta a casa desde el ayuntamiento, apenas
cinco minutos de distancia, llegaba a su hogar sin una moneda en el bolsillo porque iba dejando todo lo que llevaba a mendigos, niños que pedían o amigos
que necesitaban un préstamo. Fue un militante socialista sin sectarismos y valoró
a las personas por encima de sus ideologías. Amó la lectura y transmitió ese
amor a sus hijos, según recuerda su hija, que afirma haber oído decir a su madre que nunca lo
pasaron peor económicamente que cuando su padre fue alcalde.
El carácter y la personalidad de
quien precedió en muchos años a León de la Riva
al frente del ayuntamiento vallisoletano quedan reflejados en la carta que Antonio García de Quintana envió a su hijo desde la cárcel antes de ser fusilado y que me parece
la mejor respuesta a toda miserable insinuación que cuestione la integridad
moral del firmante: "Se virtuoso, hijo mío. Sólo por respeto a ti mismo y
como acatamiento a Dios, a quien te recomiendo que confíes la reparación, en el
más allá, de las terribles e irremediables injusticias humanas y el premio
adecuado de tus virtudes. Te encarezco que seas religioso, esto es, que te
asimiles la moral cristiana y que, sin exageraciones beateriles, que son, en
buena parte, mera simulación, acomodes a aquella tu diaria conducta (...). A
los enemigos, sean quienes fueren, incluso aquellos que han puesto su voluntad
al servicio de nuestro mal, perdonadlos, primero, y olvidadlos, después. No os
atormentéis pensando en ellos. Perdonadlos como yo los perdono, como es nuestro
deber moral perdonarlos".
DdA, X/2.414
Puntos de Página
DdA, X/2.414
1 comentario:
La insinuación del alcalde de Valladolid lleva mucha mala uva y obedece a los mismos criterios por lo que el franquismo asesinó durante y después de la guerra.
Publicar un comentario