¿Cuánto vale la vida? ¿Cuánto vale una sola vida? Hay personas que dan
su propia vida por defenderla. Hay personas que
aman tanto la vida que no les importa ponerse en riesgo de perderla en
situaciones límite si eso puede llevar a que otros vivan mejor. Son
personas que poseen el don de la generosidad incondicional. Una de esas
personas es Ana, una mujer intrépida, menuda de cuerpo y muy grande de corazón.
Siembra sus pensamientos en la Red, los expresa con bisturí de ímpetu y
clarividencia. Tiene dos hijos y un marido de fina ironía, Antonio,
cuya mirada revela cuánto se quieren. Ana trabaja desde hace muchos
años en el servicio de limpieza del Hospital Clínico de Zaragoza. A raíz
de los despidos y del conflicto en la limpieza de hospitales y centros
de salud de Aragón, Ana resolvió iniciar una huelga de hambre con dos
compañeros más, y al lado de otras 1.500 personas en huelga indefinida
(llevan ya treinta y un días de huelga). Llegué a estar muy preocupado
por ella y temí seriamente por su salud. Al undécimo día de huelga de
hambre, a instancias de los médicos, comenzó a ingerir algo de
alimento. José Luis y Ángel continúan en huelga de hambre.
Hace años, un amigo me regaló un librito alemán, cuyo título, traducido
libremente, viene a decir "si existimos solo por un tiempo limitado,
entonces vivamos a tope y plenamente". En cambio, hay gente que parece
conducir su vida con el freno de mano puesto, como si dispusiera de una
cantidad ilimitada de tiempo y tuviese que prever cualquier contingencia
para sentirse segura. Los griegos clásicos hicieron mucho hincapié en
una virtud para ellos fundamental, la prudencia, a fin de resaltar que
la vida humana adquiere su pleno sentido solo si y cuando busca en cada
momento y circunstancia esa plenitud. La conciencia ética de una persona
prudente no establece como ideal la tibieza como término medio entre el
calor y la frialdad, sino el calor sin remilgos, con tal de que no
llegue a escaldar el cuerpo y deteriorar la salud. Si esos pensadores
griegos echasen hoy una ojeada a nuestra sociedad, quizá diagnosticasen
que estamos enfermos de abulia y de apatía (literalmente significan
carencia de determinación y de pasión).
Ana, José Luis, Ángel y
sus 1.500 compañeras trabajadoras en huelga indefinida hacen que
volvamos a preguntarnos cuánto vale la vida, cuánto vale una sola vida.
Vaya por delante que la vida de un ser humano no consiste solo en
respirar, comer, defecar, dormir o procrear sino que se despliega como
tal en una compleja y maravillosa estructura de relaciones, entornos,
valores, aprendizajes, derechos y obligaciones que convierten a un
determinado individuo perteneciente a la especie Homo Sapiens y cuya
secuencia de ADN está contenida en 23 pares de cromosomas en el núcleo
de cada célula diploide en un ser humano, en persona, en sujeto de los
derechos y obligaciones contenidos en la Carta Universal de los Derechos
Humanos. ¿De qué vale comer si no puedes dar que comer a los seres que
dependen de ti? ¿De qué vale respirar si algunos políticos y algunos
patronos te están negando las condiciones mínimas para mantener la
dignidad como humano y como trabajador?
Cuando Susana, Ana Mari, Ester, Coral, Lola
y tantas otras trabajadoras de la limpieza hospitalaria en huelga
indefinida están en la calle, hacen sonar sus cacharros o reparten
octavillas en pleno centro de la ciudad, están compartiendo su
determinación de que solo conciben la vida en términos de justicia y
dignidad, a la vez que hacen apasionadamente patente que la vida merece
ser vivida solo a tope y sin claudicaciones. Muchas de ellas lo están
pasando mal, con muchas estrecheces y problemas sin resolver, pero no
reblan. Es lo mismo que Maite, una mujer admirable de la PAH, con
una enorme carga de incertidumbre económica para sí misma y para los
suyos, pero que finaliza siempre sus mensajes con besos de chocolate o
de bizcocho. Ahuyentan la frialdad, rehúyen la tibieza y abrazan
cálidamente causas justas y fieles compañeros de camino y horizontes.
Quisiera que me contestasen a esa simple pregunta Rajoy y Rudi, Serrat y Wert, Oliván y Mato:
cuánto vale la vida, cuánto vale una sola vida, cuánto vale la salud o
la educación de un ser humano. Si respondieran en términos de
rentabilidad económica, volvería a constatar que este país de una
minoría cada vez más rica y una mayoría cada vez más pobre tiene unos
presuntos gobernantes de mente abotagada y alma moribunda.
Sin
embargo, ninguna huelga indefinida o de hambre serán en vano, si te
decides a luchar por que la vida sea más digna y plenamente humana
mediante tu compromiso real y concreto de cada día.
*Artículo publicado hoy también en El Periódico de Aragón.
DdA, X/2.413
1 comentario:
Ánimo a todos. No estáis solos.
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