Francis Vaz
Hoy estoy muy cabreado, excesivamente cabreado. De modo que entiéndanme si me excedo demasiado en mi léxico. Acabo de llegar a casa desde la oficina de Hacienda en mi ciudad y si a alguno de ustedes le hubiera ocurrido lo que a mi, sentirían idéntico desasosiego y la misma mala leche. Les explico: resulta que hace como un año más o menos me sancionaron con una multa injusta al ir de copiloto en un vehículo y desabrocharme el cinturón de seguridad para despojarme de la cazadora, hacía calor y la operación tan sólo duró unos segundos hasta que nuevamente me puse el cinturón, pero la mala suerte hizo que un agente de la guardia civil me viera hacerlo desde su moto. El caso es que me sancionaron y el mes pasado me llegó desde Hacienda una orden de embargo a mi cuenta del banco por un importe de 480 euros. En ningún momento pensé en recurrir lo injusto de la multa, pero lo que sí me extrañó fue la orden de embargo y el consecuente bloqueo de una cuenta cuyo único ingreso mensual es el pago de mi pensión por enfermedad cardíaca grave, por un importe inferior al del salario mínimo interprofesional, es decir, inferior a 649 euros, porque la ley deja muy claro que, según el artículo 607.1 de la ley de enjuiciamiento civil y el artículo 82 de la ley de recaudamiento por la que se rige la propia Hacienda, lo prohíben. Cometieron un acto ilegal y así lo hice saber en la oficina de Hacienda de mi ciudad, a través del recurso que les presenté. Y en cuestión de una semana me desbloquearon la cuenta, devolviéndome el importe embargado. Hasta ahí todo muy bien, sin queja alguna por mi parte. La sorpresa llegó ayer, al ir a sacar dinero de mi cuenta y responderme el cajero que mi cuenta estaba nuevamente bloqueada por Hacienda y por el mismo concepto.
Hoy
he estado de nuevo en Hacienda, hablando con el jefe de la sección de
recaudación, y le he dejado muy claro que ellos, desde el 11 del mes
pasado, fecha en la que les entregué el recurso del que os he hablado,
tienen plena constancia de que en mi cuenta únicamente se ingresa mi
pensión que, como ya les dije, es inferior al salario mínimo
interprofesional y que si, a pesar de ello, insisten en la ejecutoria
del embargo están cometiendo un delito que se llama prevaricación.
Sí, el mismo que han cometido personajes oscuros de nuestra política y
contra los que no actúan, tal y como debieran, ni Hacienda, ni los
jueces de este país. ¿Por qué se persigue a los ciudadanos de a pie con
tal escarnio e insistencia y nada se hace contra esos delincuentes? Entiéndalo,
esto ha sido un problema informático, la máquina ha debido emitir la
orden por su cuenta, me vuelve a traer la misma documentación del mes
pasado y me presenta otra vez el recurso y se lo arreglo, igual que la
vez anterior, me dijo, mirándome a los ojos y en plan conciliador,
el señor jefe de recaudación. Y yo le contesté que sí, que lo volvería a
hacer, pero que, mientras tanto, nos fuera preparando un plato de
comida a mí y a mi mujer en su casa, que iríamos a comer cada día porque cómo
usted entenderá con un sueldo de 622 euros al mes y la cuenta bloqueada
no tengo más remedio que depender de su buena voluntad y generosidad, le dije. No se preocupe, si me trae los documentos mañana mismo, sobre la marcha, le levanto el bloqueo, me contestó, ya más inquieto que conciliador.
La verdad es que no puedo entender a este país. Se persigue sin
tregua a los pobres y a los delincuentes millonarios, aún cuando estén
imputados en un proceso judicial, se le otorga todo tipo de privilegios,
tales como permitirles salir de España para ir a esquiar en estaciones
de lujo. ¿Qué quieren, acabar con los pobres y los enfermos? ¿Con todos
aquellos que no pueden, por falta recursos, valerse por sí mismos? ¿De
qué coño va realmente esta historia? ¿Acaso se trata de un genocidio
encubierto para ahorrarle gastos al Estado y cumplir el objetivo de
déficit exigido por Bruselas? Porque no pueden ni imaginarse el dolor
que tengo ahora instalado en el pecho por el sofoco producido y mi
dolencia cardíaca. Sé que yo no soy el primero al que se lo hacen,
conozco a tres amigos con similar situación a la mía y a los que también
les estuvo jodiendo Hacienda con idénticas excusas. Tres amigos que,
como yo, hemos tenido la suerte de arreglar la situación gracias a los
conocimientos adquiridos y nuestra preparación intelectual, pero
¿cuántos habrá en la misma situación, sin la mínima preparación, ni los
conocimientos requeridos?, ¿a cuántos de ellos estará ahora mismo
jodiéndoles la vida Hacienda?, esa Hacienda en la que confiamos la
persecución de los delincuentes y sus delitos cometidos y, en cambio,
comete, una y otra vez, el delito de prevaricación sin pudor alguno
contra personas vulnerables e indefensas por su absoluta carencia de
recursos. ¿En quién podemos confiar cuando es la propia Hacienda la
delincuente e, impunemente, se enorgullece de su fría inhumanidad?
¿Estará el señor Montoro orgulloso de ello?
DdA, X/2379
1 comentario:
Por lo visto están orgullosísimos de todo lo que hacen; y contentísimos de que haya sido "desimputada"(!Qué palabreja!) toda una infanta, porque aunque haya sospecha de fraude fiscal...!!!ES UNA INFANTA!!! según el sr. Margallo. Pero si fuéramos un ciudadanito de a pie, lo más probable es que estaríamos "imputadísimos". No me extraña, es un país de "charanga y pandereta..." como dijo Don Antonio, y si no lo remediamos los ciudadanos, creo que seguirá siéndolo por generaciones.Entiendo que esté indignadísimo, máxime cuando se conceden amnistías a delincuentes defraudadores, y a "presuntos", ni se les retira el pasaporte ni bloqueo de cuentas. !Faltaría más! !Son Sres. con corbata y guante blanco"
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