Beatriz Gimeno
En
estos últimos tiempos se ha ido desmontando el tabú que existía en
torno a los miembros de la monarquía, y estamos leyendo casi todo sobre
ellos y ellas. De sus amantes, de su riqueza en Suiza, de sus
limitaciones intelectuales… Hace un par de meses salió un libro sobre
Letizia Ortiz e, inmediatamente, se hizo un pesado silencio propio de
otras épocas. Una periodista del corazón, Paloma Barrientos, fue
despedida de su programa por hacer alusión a él y ningún periódico de
izquierdas hizo la más mínima referencia al libro, ni a favor ni en
contra, nada, como si no existiera. Yo escribí un artículo –que es más o
menos este- y ningún diario me lo quiso publicar. ¿Por qué? Porque yo
comentaba algo que se dice en ese libro: que Letizia se sometió a un
aborto legal en la clínica Dator.
Después
debatí con amigas feministas sobre si estaban de acuerdo o no con que
se hiciera público este asunto. Lo primero es que yo no hago público el
asunto, sino que éste ya está publicado y que es así como yo me entero.
Lo segundo es preguntarse si es lícito insistir en este dato y colaborar
así a esa violación de la intimidad. En realidad, la intimidad de los
personajes públicos se viola todo el tiempo. Algunas cosas de la
intimidad son profundamente políticas, ¿no es así? Y más si eres
princesa de Asturias. Mi impresión, mi convicción más bien, es que el
aborto es, incluso para nosotras las mujeres, incluso para las
feministas, un tabú moral. Por eso hemos aceptado con tanta facilidad
eso de que el aborto es casi lo peor que le puede pasar a una mujer
(aunque deba ser legal) y por eso hemos aceptado con tantísima facilidad
lo del inexistente trauma post-aborto.
Vaya
por delante que varias mujeres de mi familia más cercana y más querida
han abortado. Una de ellas, en pleno franquismo, lo tuvo que hacer sobre
la mesa de una cocina y con una especie de curandera terrible como
oficiante. Unos años después otras dos familiares muy cercanas se fueron
a Londres. Para la primera la experiencia fue terrorífica, jamás lo
olvidó y tampoco lo ocultó, nunca se sintió culpable de nada y, al
contrario, se hizo activista a favor del aborto, para que nadie más
tuviera que pasar por una experiencia semejante. Allí la única culpa era
la de un régimen que limitaba gravemente los derechos de todos, pero
también -más aún- de todas. Para mis otras dos familiares la
experiencia no fue tan terrible, pero fue humillante. ¿Por qué las
mujeres europeas tenían derechos básicos de los que ellas no podían
disfrutar? Ellas dos también son firmes partidarias del aborto y
defienden que todas las mujeres puedan acceder a un derecho al que ellas
tuvieron acceso gracias a que se lo pudieron pagar.
El
aborto, como la homosexualidad, no es una cuestión exclusivamente
privada en tanto no sean derechos plenamente garantizados. Cuando el
aborto o la homosexualidad sean derechos no discutidos, entonces no es
que dichas cuestiones vayan a ser sólo privadas, es que entonces a nadie
le importará nada saber quién hace qué porque no tendrá importancia. En
este momento, el Partido Popular quiere imponer, espoleado por el
sostén ideológico de la Iglesia católica, una ley de aborto que nos
arrebata a las mujeres derechos fundamentales. Esto no es un escarceo
privado, es una batalla pública. Así que de la misma manera que
descubrir que un político partidario de reprimir a los gays es gay él
mismo no es una cuestión privada, tampoco lo es leer en un libro que
existen pruebas de que Letizia ha abortado. Y no lo es porque ella
hacía uso de una ley que ahora nos quieren arrebatar a todas las mujeres
y porque ella es parte de una institución que se encuentra en
connivencia absoluta con la Iglesia católica, principal impulsora de
este retroceso legal.
Si
la monarquía de este país no fuese confesional, si las creencias de sus
miembros fuesen particulares, entonces el hecho de que Letizia se
hubiese practicado un aborto sería una cuestión absolutamente privada,
así como el hecho de que asistiera o no a misa. Pero esta monarquía
nuestra es confesional y la Iglesia es enemiga de los derechos
fundamentales de las mujeres.
La
Iglesia mantiene una batalla terrible en todo el mundo por impedir que
el aborto se convierta en un derecho legal para las mujeres. Y lo que
ocurre cuando el aborto es ilegal es que pasa de ser un derecho
garantizado a todas las mujeres, a ser un derecho del que sólo disfrutan
las ricas. Las ricas abortan en todo el mundo en buenas condiciones,
mientras que las pobres mueren; las mujeres ricas se hacen dueñas de sus
vidas y de sus cuerpos, mientras que las pobres se juegan sus vidas
para abortar, y se la juegan no sólo materialmente, sino también social y
familiarmente, puesto que además de la salud se juegan la condena
social y el estigma, que pueden llegar a ser tan graves como la muerte
según en qué sociedad.
La
Iglesia es una institución fundamental en el mantenimiento de esta
grave violación de los derechos de las mujeres. Utiliza todos los medios
políticos a su alcance para que el aborto no se legalice y se pueda
hacer en condiciones de seguridad; y utiliza también todos los medios
que puede para que la condena social y el estigma sigan cayendo sobre
quienes desafían sus prohibiciones. Y veo que a veces nosotras mismas
colaboramos en el mantenimiento de ese estigma. ¿Y si ha abortado qué?
¿Qué
importancia tiene que Letizia haya abortado? En primer lugar nosotras
consideramos que no ha hecho nada ilegal ni inmoral; sino que ha hecho
uso de una ley que vienen usando miles de mujeres con naturalidad hasta
ahora. Sin embargo, según la doctrina que viene dictando y aplicando la
Iglesia, si la princesa Letizia ha abortado, eso significa que está
excomulgada, es decir, que no puede asistir a ritos católicos. Eso, de
llevarse a cabo, podría suponer, de facto, una ruptura en la
confesionalidad de la institución monárquica. A lo mejor por esta vía se
abre paso la posibilidad de que la monarquía sea una institución laica y
que no sea obligatorio que todos sus miembros tengan que fingirse
católicos practicantes. La monarquía, mientras exista, es una
institución del Estado y, como tal, debería de ser laica,
independientemente de lo que hagan en su tiempo libre las personas
concretas que la ocupan (ir a misa o jugar al pádel).
Como
no es probable que esto ocurra, sino que lo más probable es que la
Iglesia eche mano de su tradicional hipocresía y alta tolerancia para
los pecados de los poderosos, por lo menos esto nos permitirá visualizar
ante la gente, que no es tonta, algo que de sobra sabemos pero que de
esta manera queda como ejemplo palmario: que la Iglesia tiene una vara
de medir para las mujeres pobres que abortan y otra muy distinta para
las mujeres poderosas.
Nos
permite también mostrar que muchas mujeres abortan, y que cuando se
aborta en buenas condiciones no es ningún drama como nos quieren hacer
creer; que muchas mujeres, de todas las clases sociales, recurren a él
cuando lo necesitan y después siguen con sus vidas tranquilamente.
Contribuye también a evidenciar lo que significan las restricciones a
este derecho. En este momento una mujer en El Salvador lucha por
conseguir abortar a un feto sin cerebro y que está poniendo en riesgo su
propia vida. Incluso la ONU ha intervenido en el asunto pidiendo que se
le permita someterse a ese aborto, la Iglesia se niega. ¿Alguien
piensa que si Letizia, o una mujer de su clase, quisiera o necesitara
abortar hubiera dejado de hacerlo sólo porque esté prohibido? No, las
mejores clínicas están siempre abiertas para ellas. Restringir el
derecho al aborto sólo convierte a este en un privilegio, otro más, del
que disfrutan las mujeres y las familias poderosas; y en un derecho,
otro más, que nos arrebatan a la inmensa mayoría de las mujeres, a todas
las demás.
Que
Letizia haya abortado no debe callarse ni ocultarse, ella ocupa una
importantísima posición pública y ella es cómplice de la Iglesia
católica. Todo esto tiene que ser denunciado porque esta batalla es
demasiado importante para todas nosotras. El derecho al aborto, incluso
el derecho al aborto de Letizia, es uno de los principales derechos de
las mujeres, y destruir el tabú moral y de silencio que lo rodea es
también uno de nuestros principales objetivos. Así que defendamos con
fervor el derecho al aborto de Letizia y el de todas las mujeres.
DdA, X/2383
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