El número de ciudadanos y ciudadanas sin trabajo en España al día de hoy es de 6.202.700.
Los tribunales españoles investigan actualmente un
total de 1.661 casos de corrupción política y financiera. A los que se
suman miles de políticos afanadores del dinero público que no son
investigados por falta de valentía o de pruebas. Tres millones de viviendas vacías, el mismo número de
los que viven ya en la pobreza o dependiendo de sus mayores, completan
un dramatismo estúpido si no fuera por tanta y tan trágica consecuencia.
Un tropel de banqueros, directivos y empresarios sin
escrúpulos, amén de parientes del monarca y el propio monarca, cierran
el círculo donde se ubica una sociedad que parece agonizar.
Y al frente de todo, un gobierno cuyas aptitudes más resonantes
son mentir, hacer sin vergüenza y por norma lo contrario de lo que dijo y
dice que va a hacer, tratar de invalidar los procesos penales en curso
contra los miembros del partido y culpar a los demás de su propia
incompetencia y sus rapiñas.
Todo causa y efecto de una sociedad enferma (sus
políticos y economistas). Una sociedad que basa su desenvolvimiento y
bienestar en el consumo, en la deuda, en el despojo y en el abuso
continuado del fuerte sobre el débil en lugar de obsesionarse (sus
políticos y economistas) por satisfacer los derechos fundamentales
individuales y sociales, es una sociedad enferma.
Y todo esto sucede donde, tras una década de
embriaguez social propiciada por los dueños del país después de cuarenta
años sombríos de opresión política y religiosa, se están haciendo las
tinieblas. Y una sociedad enferma de semejante enfermedad, lo que
precisa no es políticos. Lo que necesita son filósofos, sociólogos,
psiquiatras y economistas que no piensen en clave de capitalismo
industrial o de casino; ejecutivos que lo despejen todo y lo corrijan
todo desde planteamientos marxistas.
Porque sólo los países de socialismo real que, según
los necios y los aprovechados antisociales sólo reparten pobreza, y los
filósofos que vivimos en una sociedad enferma como la española sabemos
cuánta artimaña hay en los asuntos de la Deuda y el consumo causantes de
tanto desempleo, tanta gente sin techo y tanta desgracia; cuánto engaño
hay en los derechos y las libertades formales, y qué es verdadero
bienestar. Por encima de todo: que el dinero no se come.
Hay que agotar todos los esfuerzos antes de quejarse.
Pero en otro caso, si una sociedad enferma como la española no está
dispuesta a cambiar al otro sistema político, económico y social
existente o inventarse uno nuevo, debe saber que su enfermedad sólo
puede remediarse ya con estoicismo. Pues consumo, deuda y
enriquecimiento como objetivos (aparte saqueo institucional como
método), en estos tiempos de agotamiento de los recursos naturales, son
montañas infranqueables que impiden esperar un bienestar colectivo
duradero. Sólo queda sitio para la gangrena del depredador: políticos,
banqueros y financieros.
DdA, X/2370
No hay comentarios:
Publicar un comentario