Una
niña de quince años recibió una bala en la cabeza por promover la
educación de las niñas en el Pakistan dominado por los talibanes. Por
innumerables actos tan brutales o más que éste - incitados con demasiada
frecuencia por fanatismos religiosos - la ONU ha celebrado una
conferencia con el objeto de consensuar una normativa internacional que
ayude a prevenir la violencia contra la mujer. Según sus informes, siete
de cada diez mujeres en el mundo han sido víctimas de algún tipo de
violencia. Más de 6.000 organismos internacionales se han adscrito a la
Comisión.
Parece lógico que, entrados en el s. XXI, se puedan sentar
unas bases planetarias que garanticen que la religión, las costumbres o
la tradición no deban ser utilizados como una excusa para evitar la
obligación de un gobierno de eliminar la violencia. Como también resulta
diáfano para cualquier ser civilizado que crea en la igualdad de
géneros que, una violación aunque sea dentro del sacrosanto matrimonio,
es un crimen deleznable. Para cualquiera menos para algunos estados como
el Vaticano o Irán. Al parecer no apoyarán la iniciativa porque
discrepan en "matices" como estos.
Mentiría si dijera que me ha
sorprendido la coincidencia. Ambas religiones sienten un desprecio
similar por el género femenino. Un odio inspirado por un dios siempre
antropomórfico que dicta leyes que se usan para denigrar y reprimir a
las hembras de la especie. La ministra de Igualdad de Género de
Noruega, Inga Marte Thorkildsen ha declarado: “El Vaticano, las fuerzas
religiosas conservadoras en Estados Unidos y Europa, los países
católicos y musulmanes han unido sus fuerzas para impedir que las
mujeres obtengan derechos sexuales”.
Vamos, la Conjura de los Iluminados Misóginos. Para esto si que hay alianza de civilizaciones. Aunque más que a una civilización, lo que estos tipos representan es al pensamiento retrógrado idóneo para la violencia no cese y la libertad sexual, intelectual y personal de la mujer no sea posible. Es una cuestión de poder, de no querer ver a las mujeres como iguales y tener que reconocerles derechos. Así de primitivo. Nos odian irracionalmente. Igual de irracionalmente que abrazan sus diferentes credos. Por una cuestión de fe ciega, tonta, falocéntrica y, ¿por qué no decirlo?, feminicida.
DdA, IX/2326
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