Cristian Joel Sánchez
Hace
algunos minutos la trasmisión directa desde el Vaticano mostró la
parafernalia que raya en carnaval, en acto culmine del peor de los
circos, que se monta cada cierto tiempo al elegir al nuevo mandamás de
la Iglesia Católica. Como ocurre en los equipos de futbol, muy de acorde
con la nacionalidad del nuevo Papa, se conjeturó hasta último minuto
sobre quién y sobre cuál sería la tendencia del director técnico de la
iglesia para los próximos años.
Respecto de la tendencia, muy pocos, quizás algunos ingenuos por ahí,
dudaban que el ala más reaccionaria de la curia se alzaría otra vez con
el poder. Las razones estaban claras: la historia de la iglesia, casi
sin excepción a través de los siglos, ha sido siempre la historia de una
lucha política canibalesca y oscura entre fuerzas de claro tinte
político, adobadas con liturgias de cínica espiritualidad, de rostros
hipócritamente angelicales, debajo de los cuales reptan los intereses
directos e indirectos de una clase, la de los fariseos y los mercaderes,
a los que la Iglesia ha supeditado su poder hegemónico de masas durante
siglos.
Los pasajes más siniestros en la historia del poder eclesiástico de
Roma, su papel gravitante en el apoyo de los poderosos en desmedro de
las mayorías desposeídas, es algo de lo que pocas veces se habla con la
sinceridad que amerita este fenómeno sociopolítico que significa y ha
significado el catolicismo en el mundo. Es cierto, eso sí, que ha habido
voces de valiente denuncia en todos los tiempos, muchos de los cuales
pagaron con la tortura y la vida en los periodos más álgidos del poder
de los obispos.
Cuando Dios duerme.
Uno de los ejemplos más recientes y sobre el cual algún día se
conocerán los verdaderos entretelones, ha sido sin duda el papel
relevante, metódicamente elaborado desde los centros de poder del
imperialismo, jugado por la iglesia en socavar y posteriormente destruir
el socialismo del siglo XX.
Hemos señalado en otros artículos que la caída del mundo socialista,
gestado y concretado en esos años, fue responsabilidad principal de los
profundos errores habidos al interior de las direcciones supuestamente
revolucionarias que terminaron por corromper la ideología. Lo que el
imperialismo hizo fue utilizar magistralmente esas debilidades para
concretar su destrucción. Durante la década de los ochentas se planificó
principalmente por parte de la CIA, un plan destinado a poner todo el
énfasis en minar el punto más débil del sistema socialista de naciones y
que serviría de detonante para iniciar en cadena el desmoronamiento de
ese bloque.
Polonia, uno de los países con mayor presencia del catolicismo, donde
repercutían también con gran fuerza los errores económicos y la
degradación del poder socialista en perjuicio de una clase obrera
altamente permeable, fue elegido para un trabajo de relojería donde la
presencia de Walesa como dirigente de prestigio y la elección de Karol
Wojtyla, primer Papa no italiano en muchos siglos, constituyeron los dos
pilares fundamentales de la estrategia exitosa que desembocó en el fin
de los regímenes socialistas.
El señor Wojtyla se convirtió así no sólo en la herramienta principal
del plan respecto de los países del este de Europa, sino que en el
agente que recorrió el mundo ayudando a conjurar con una falsa
espiritualidad los focos de rebeldía que brotaban en los continentes
llamados del Tercer Mundo. Su posición ambigua y condescendiente frente a
la dictadura de Pinochet, sus prédicas en contra de los movimientos
rebeldes que en ese entonces se alzaban contra la oligarquía
latinoamericana, sobre todo en Centroamérica, su contribución decisiva
en aplastar la teología de la liberación que tenían a Brasil como el
baluarte de la nueva iglesia por la que clamaba el pueblo católico, fue
una manifestación del poder y la condición profundamente reaccionaria de
una curia que se vuelve a demostrar hoy martes con la elección del
obispo argentino Bergoglio como nuevo Papa.
Un nuevo Wojtyla en lontananza.
Este “Príncipe de la Iglesia” subido hoy a la categoría de monarca
absoluto, tiene a su haber un pasado oscuro en donde se entremezclan sus
connivencias con la dictadura militar de Argentina hasta sus ataques al
proceso popular que hoy intenta llevar a cabo Cristina Fernández en la
patria de Bergoglio y que iniciara el Presidente Néstor Kitchner. El
nuevo Papa, que ha elegido el nombre de Francisco I, enfrenta procesos
jurídicos por esos motivos en su patria, pero también en otros países,
por ejemplo en Francia, donde se le requiere para que aclare sus
vínculos con el secuestro, tortura y muerte de los sacerdote Gabriel
Longueville y Carlos de Dios Murias, asesinados en la base aérea de
Chemical en Argentina, acusado también moralmente por su silencio
cómplice en el secuestro de bebés de prisioneros políticos y entregados a
los militares, como el caso de la nieta de Alicia de la Cuadra, una de
las fundadoras de las Abuelas de Plaza de Mayo
Aunque hasta ahora no ha sido condenado y lo será menos con el
blindaje de mandamás de la iglesia católica, existen múltiples evidencia
que denuncian el papel de Bergoglio como aliado de la tiranía argentina
que trascendió a toda América en aquellos años. Pero, en fin, cual más
cual menos muchos de los dirigentes de la alta curia latinoamericana
tienen su historial y su responsabilidad de las cuales, de acuerdo a sus
creencias, tendrán que responder ante su Dios ya que la justicia de los
hombres se muestra muy benevolente con estos especímenes.
Lo que nos interesa argüir en este artículo, son las verdaderas
razones de la elección de Bergoglio con el título de Papa, cargo que se
ha usado de manera brutal en las últimas décadas contra la rebelión de
los desposeídos en cualquier lugar del mundo. Se ha pretendido
argumentar por los cómplices conscientes y por los ingenuotes de
siempre, que la elección de don Francisco I se debería a la deuda de
Roma con un continente donde el catolicismo representa a más del 40% de
los católicos del mundo. Astuta tesis que puede servir como eficaz
anestésico ante las verdaderas razones de tan sorpresiva decisión.
Este argumento esgrimido desde Roma, tiene su esquina rota, como la
primavera de Benedetti. Si de verdad se buscaba congraciarse con los
latinoamericanos, bien se pudo elegir un representante de la iglesia
brasileña, el país más grande del continente y con mayor número de
feligreses. Sin embargo, sobre la iglesia brasileña sigue flotando el
humo apestoso para Roma de la Teología de la Liberación que bien pudiera
tentar a un Papa a ponerse, como Jesús, al lado de los más débiles. En
realidad lo que se busca, es un segundo Wojtyla para los nuevos tiempos y
las nuevas tierras que ya no son Europa, sino la tierra latinoamericana
donde se está incubando una peligrosa rebelión, el socialismo
bolivariano que se extiende cada vez más por el continente.
Un Papa, incondicional de la CIA y de los conservadores de Roma,
latinoamericano además, así como Wojtyla era polaco en la Europa
socialista, y que, como un plus, es argentino, país donde el kitcherismo
puede desembocar en un “desaguisado” revolucionario, venía una vez más,
como anillo —papal en este caso— al dedo del imperialismo mundial.
Oremos, oremos, pero no nos turbemos.
Es un viejo adagio, pero no por eso menos refrescante. En los
acontecimientos que estremecen a América Latina en los últimos tiempos,
en especial en la patria de Bolívar y de Chávez, la iglesia católica
—hablamos de los jerarcas que visten de púrpura— está jugando un papel
profundamente reaccionario ante los nuevos rumbos que toma la rebelión
de los desposeídos. El Presidente Hugo Chávez debió soportar durante su
mandato, en especial cada vez que el pueblo fue convocado a las urnas,
ataques virulentos de parte del obispado venezolano que de siempre se ha
hecho eco de los ataques de la oligarquía criolla y de los que
provienen de Washington.
Se han encontrado, eso sí, con un difícil escollo: el pueblo
revolucionario y sus dirigentes son, en su gran mayoría, también
creyentes. Han soportado no sólo el diluvio de mentiras y amenazas de la
derecha reaccionaria sin flaquear en su confianza absoluta en que el
proceso bolivariano conducirá a los desposeídos hacia una sociedad más
justa y equitativa, sino que han soportado el ataque de quienes debieran
ser los puntales de su religiosidad que los amenazan con las penas del
infierno por apoyar el proceso liberador que se lleva a cabo. En ambos
casos han salido hasta ahora victoriosos: no han mellado su confianza en
la revolución y no han cejado en su fe religiosa que, en esencia, es
también revolucionaria.
Se viene, sin embargo, una vigorosa embestida que apuntará, como en
Polonia, a empujar al pueblo latinoamericano a una falsa disyuntiva:
elegir entre el canto fariseo de los que han puesto siempre la iglesia
como un instrumento de los poderosos, y un proceso, el socialismo, que
apunta a destruir el poder económico explotador de las oligarquías
continentales.
Por eso, queridos feligreses, creyentes de todos los rangos y edades,
hijos todos del Señor, desde hoy les decimos con el alma contrita de
oscuros presentimientos: cuando esa arremetida se desate, habrá que
resistir en ambos frentes… y que Dios nos pille confesados. Así sea.
Nota: El hecho de que la foto no corresponda a Bergoglio dando la comunión al general Videla, pues en ese tiempo no se correspondería con la imagen del alto jerarca de la iglesia argentina que así lo hace, no exime a la instatánea de su carácter testimonial acerca de la colaboración de esa iglesia con la dictadura.
Nota: El hecho de que la foto no corresponda a Bergoglio dando la comunión al general Videla, pues en ese tiempo no se correspondería con la imagen del alto jerarca de la iglesia argentina que así lo hace, no exime a la instatánea de su carácter testimonial acerca de la colaboración de esa iglesia con la dictadura.
DdA, IX/2332
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