Jaime Richart
Me resulta extraña la elección. Este papa, da la impresión de haber
sido elegido para el golpe de gracia a una Iglesia que se desmorona a
ojos vista ante el mundo, y ante los mil millones de sus fieles
nominales de los que a buen seguro sólo quedan unos cuantos cientos de
miles efectivos.
Bien está que algunos nieguen el colaboracionismo del
obispo Bergoglio con Videla dictador. Pero los figurantes siempre son
presuntos de culpabilidad: es imposible mantener buena fama universal a
lo largo de una larga vida, sobre todo en la fase pública. Los que
recelamos del poder, y por supuesto del religioso, sabemos que no es
posible detentarlo sin ser cómplice de los abusos cercanos.
Principalmente porque el poderoso, aun el que pasa por íntegro, ha de
ignorar por norma el abuso para mantenerse. Justo la renuncia de
Ratzinger podría interpretarse como prueba irrefutable de que no estuvo
dispuesto por más tiempo a transigir con los estigmas y la corrupción ni
a mirar a otra parte. Por eso adoptó quizá el gesto más noble de la
vida. Y eso debiera verse también como un extraordinario testimonio. "Un
bello morire tutta una vita honora", reza un dicho militar. Una
renuncia redime de sus posibles faltas a cualquiera y ennoblece una
vida, siempre imposible de satisfacer al mundo entero, podría ser el
lema espiritual.
Tampoco resulta extraño que se apresure a salir como
valedor de las sombras de Bergoglio, un Nobel de la Paz al que no
sabemos cuánto le han pagado por ello. No os extrañe. Por un lado, es lo
normal en una sociedad corrompida por el dinero en todos las esferas.
Y, por otro, ese negar lo que otros cuentan de Bergoglio durante la
dictadura, no dejaría de ser propio del pacifismo galardonado.
No obstante, lo que en estos tiempos esperaba todo el
mundo es que el elegido hubiera sido precisamente alguien destacado por
lo contrario: por la lucha encerrada en la "teología de la liberación".
Es decir, un luchador contra la pobreza, contra el poderoso y contra el
dictador, y no una figura controvertida precedida de sospechas. Pacelli
(Pío XII) bendijo los cañones de Hitler, y Ratzinger (Benedicto XVI)
perteneció a las juventudes hitlerianas. Pero ambos tuvieron una buena
coartada. Hitler había sido elegido democráticamente y es verosímil que
ambos desconocieran las atrocidades que sólo más tarde se conocieron
urbi et orbi.
Sin embargo en este caso lo que sí se sabe
positivamente es que, si Bergoglio no colaboró con el dictador, se
mantuvo al margen de las fechorías de la dictadura, y nadie le ha oído
ni una sola palabra u homilía de condena.
Pero hoy día todo se sabe. No queda el más mínimo
resquicio para la tenebrosidad de las actuaciones ni de las actitudes,
por acción o por omisión, de los personajes del mundo. Por eso, el único
Salvador que hubiera inspirado confianza a la asamblea de los
cristianos era uno que viniera precedido de la fama de haber sido
abiertamente beligerante con el poder instituido. Todo lo que no sea
eso, es un baldón para la causa del protagonista. Algo que, por otra
parte, es lo habitual en los miembros de jerarquía eclesiástica y lo
"normal" en los 115 cardenales que eligieron a Bergoglio, que viven
opíparamente en sus países de origen y de quienes no se sabe que alguno
se haya retirado a orar al desierto y renunciado a sus pertenencias para
dárselas a los pobres y reconfortar un poco así a la Iglesia
militante.
Al contrario, esos 115 cardenales forman parte del
boato, artificiosidades y corruptelas características de un poder
humano, que será de origen divino pero se ha pasado su historia
ejerciéndose de mala manera. Al menos viendo el asunto desde la
inteligencia colectiva no fanática del siglo XXI. Poder en la práctica,
aunque diga otra cosa, siempre en contra de los oprimidos,
desfavorecidos y perseguidos que sólo han podido contar con la
protección y el consuelo de la mayoría de sus sacerdotes "rebeldes", de
los párrocos, de la "tropa" que ha debido enfrentarse siempre a la
amenaza de excomunión de sus jerarcas y camarillas vaticanas.
Incluso no me extrañaría que el concepto "terrorismo
islámico" hubiera sido acuñado, inspirado o reforzado para su uso por el
poder civil, por esos jerarcas y camarillas. A fin de cuentas tiene que
haber una soterrada rivalidad, fruto de un extraordinario desequilibrio
espiritual, entre mil millones de católicos, la mayoría ni militante ni
practicante, y mil quinientos millones de musulmanes, la mayoría
practicante.
Mucho me temo, en fin, que Bergoglio se suba al
pináculo del templo católico sabiendo que nada va a poder hacer para
cambiar las cosas. O bien, como es habitual entre los que detentan un
poder a quien nadie impone leyes, para cambiarlas con unas dosis más
elevadas de más hipocresía todavía y un medieval blindaje de las
puertas vaticanas, para que todo siga igual... hasta que todo se
derrumbe. Total, que todo indica que la profecía de San Malaquías está a
punto de cumplirse.
PUNTOS DE PÁGINA
PIRULO DE TAPA, PÁGINA/12
En la audiencia de ayer, los represores
imputados en violaciones a los derechos humanos en Tucumán se habían
reunido para leer con mucha atención la edición de Página/12 del día que
nombraron Papa al cardenal Jorge Bergoglio. El título de tapa era
“¡Dios mío!” y el público pensó que estaban criticando el contenido de
esas notas. Un periodista que estaba cerca de ellos pudo observar que el
centro de atención estaba en otra página del diario: leían en voz alta
una nota titulada “Cómo llegar a la tercera edad”.
Les hemeroteques ye lo que tienen
DdA, IX/2334
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