Rodrigo Vázquez de Prada y Grande
Al unísono, cerrando filas, sin vacilación alguna, imperturbables,
los periódicos de papel propiedad de la derecha y las televisiones
públicas manipuladas por las comunidades autonómicas peperas – es decir,
el 95% de todos los medios de comunicación españoles-, celebraron la
muerte del presidente de Venezuela Hugo Chávez, como era previsible que
lo hicieran: con un gran despliegue de intoxicación, con artículos e
“informaciones” a través de los cuales lanzaron contra él toda una
amplia y pesada batería de improperios y anatemas . En pocas palabras,
lo vapulearon. Dejaron impreso y en imágenes todo el odio de clase y la
satanización de un hombre honesto que dio un auténtico vuelco a la
política y a la economía venezolana y puso la riqueza de aquel país a
favor de las clases subalternas, de los “rotos”, de los marginados por
siglos de la educación, la sanidad y la vivienda.
El espectáculo ha sido, realmente, repugnante. Pero, ¿podía ser de
otro modo? De vez en cuando, los magnates de la Prensa española y sus
corifeos entonan cantos demagógicos sobre la necesidad de que la
información responda a criterios de objetividad. Lanzando “urbi et orbi”
una ampulosa fraseología para ingenuos bienintencionados, tratan de
“vender” ante la sociedad la supuesta credibilidad del llamado “cuarto
poder”. Pero enseguida se olvidan de ese discurso de sermón dominical
para mostrar a las claras su verdadera función. Así ha ocurrido en estos
últimos días cuando se han visto obligados a analizar el balance de los
14 años de presidencia de Hugo Chávez. Desembarazándose sin problema
alguno de los principios de objetividad y veracidad que deben presidir
la información, los medios de comunicación españoles en poder de la
derecha – casi todos- cumplieron así su papel de meros difusores de la
ideología dominante y volvieron a dar una lección práctica de su
configuración, en la teoría y en la praxis, como meros aparatos
ideológicos del Estado capitalista.
Ese papel lo ejercen cada día tratando de convencer a los millones de
españoles afectados por la crisis creada por el capitalismo financiero e
inmobiliario de que, por un lado, “todos somos culpables, porque
hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” ,y que, por otro, las
reformas laborales, los recortes salariales, las privatizaciones
crecientes de la Sanidad pública y de la educación al tiempo que las
cuantiosísimas aportaciones de miles de millones de dinero público a la
banca privada son medidas inevitables para superar la actual situación.
Sin despeinarse, los directivos de los medios de comunicación en manos
de la derecha acometen día a día la función propagadora de tales
mensajes con la misma determinación que si de una nueva “cruzada” se
tratara.
¿Por qué ahora no iban a ejercer ese mismo papel de meros acólitos de
las grandes corporaciones y de los bancos, ocultando en una verdadera
conspiración del silencio los importantes logros de la revolución
bolivariana puesta en marcha por Hugo Chávez y escupiendo verdadera
bazofia hacia un gobernante que, desde que ganó sus primeras elecciones,
en 1998, ha estado, de verdad, sin fisuras, al lado de los más
desfavorecidos de la sociedad venezolana? ¿Por qué, desde su perspectiva
reaccionaria, iban a tener que reconocer ante unos lectores a los que
cada semana regalan unas perfectas anteojeras para que ni vean ni lean
sino únicamente sus mensajes que, desde su acceso al poder, Hugo Chávez
puso los recursos públicos a favor de quienes más lo necesitan? ¿Por qué
tendrían que haber informado a sus lectores de que Chávez dedicó el 60%
de los ingresos del Estado a lo que se denomina “gasto social”; redujo
en un 44% la pobreza, que pasó de un 42,8 % a un 26,5% y la tasa de
extrema pobreza de un 16,6 en 1999 a un 7% en 2011; proporcionó
alimentos subsidiados por el Estado a 14 millones de habitantes mientras
que el 61% de la población venezolana pudo comprar alimentos en puntos
de venta del Estado; repartió 146.022 viviendas entre los más pobres;
logró disminuir, entre 1998 y 2008, la desigualdad social un 17,9%,
erradicó el analfabetismo – según la UNESCO – universalizando el acceso a
la educación y enseñando a leer y escribir a cerca de 1,5 millones de
venezolanos; creó el Sistema Nacional de Salud para garantizar el acceso
gratuito a la atención médica de todos los venezolanos y puso en
marcha, entre 2005 y 2012 7.873 centros médicos, mientras que aumentó el
número de médicos en un 400% , al hacer pasar dicho número de galenos
de 20 por 100.000 habitantes en 1999 a 80 por 100.000 en 2010? O, en
fin, que Chávez recuperó la soberanía energética de Venezuela “re
nacionalizando” la petrolera PDVSA en 2003 y puso coto a las situación
de monopolio en los sectores eléctricos y de telecomunicaciones
nacionalizando las principales empresas?
Como dicen los castizos madrileños, “lo que no puede ser no puede ser
y, además, es imposible”. Que tales medios de propaganda de la
ideología de la clase dominante hubieran informado de modo bien distinto
sobre la construcción del proyecto bolivariano de Chávez hubiera
resultado sumamente sospechoso. Hubiera sido algo
“contra natura”. Lenin acuñó el término “canonización” referido a la
operación que las clases dominantes realizan – cuando pueden- en torno a
la figura de un luchador contra el capitalismo, vaciando de su
contenido revolucionario tanto su doctrina como su misma acción
política. Y en nuestros propios lares tenemos ejemplos recientes de
operaciones de esta naturaleza canonizadora. Una siniestra maniobra en
la que desde los políticos del franquismo hasta el mismo rey impuesto
por el dictador alabaron la personalidad de un otrora revolucionario al
que sus años de lucha sepultaron bajo una pesada losa de silencio para
transformarlo en “un hombre de Estado”. Naturalmente, de “su Estado”.
En una sociedad como la capitalista, en la que la derecha considera
la información una mercancía más y desprecia su naturaleza de servicio
público, es incluso positivo que sus medios de comunicación hayan
cumplido a rajatabla su misión intoxicadora. En sus 14 años al frente de
Venezuela, Hugo Chávez transformó en profundidad un país dominado por
una oligarquía insaciable y lanzó con su política económica y social los
torpedos más certeros contra el corazón del capitalismo venezolano.
Conocedores de esta realidad, los medios que los jóvenes del 15M llaman
acertadamente “falsimedia”, satanizaron al presidente Chávez.”. Por
ello, quizás, uno de los homenajes más claro que debemos rendir a Hugo
Chávez es el reconocimiento de que “mejor demonizado que canonizado”.
Gracias a eso también se hace cierta la frase de “ladran luego
cabalgamos”. Chávez no dejó nunca de cabalgar en beneficio de la inmensa
mayoría.
DdA, IX/2334
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