Félix Población
El rescate de las hemerotecas de esta fotografía en la que aparece asesinada la joven militante socialista (PST) Yolanda González, habrá impactado especialemente a quienes vivieron aquellos tiempos de la santa Transición con un cierto sentido crítico. Entre las 188 víctimas del terrorismo de extrema derecha que fueron víctimas de lo que el periodista Mariano Sánchez Soler llama violencia política institucional (La transición sangrienta, Ed. Península), ninguna otra como Yolanda evidenció más crudamente, con la estampación de esta imagen en los medios, la realidad menos contada, más escamoteda y más impune de aquel periodo histórico.
Los familiares de esos casi 200 ciudadanos asesinados tienen sobrados motivos para afirmar que la transición española no fue modélica. Como asegura Sánchez Soler en el citado libro, "esos asesinatos son los actos desplegados para mantener el orden establecido, los organizados, alentados e instrumentalizados por las instituciones del Estado". El de Yolanda en 1980, como el de Arturo Ruiz, estuvo vinculado a grupos como Fuerza Nueva o los Guerrilleros de Cristo Rey que colaboraban con la policía en reprimir las manifestaciones. Es lo que entonces se llamaban grupos incontrolados y la Audiencia Nacional calificaba como grupos no adscritos, pese a pertenecer los ejecutores a los nombrados.
Según sostiene el periodista, una de las consecuencias del mantenimiento pactado de ciertos aparatos e
instituciones del antiguo régimen fue que "en los casos Atocha,
Montejurra, Arturo Ruiz y Yolanda González no se investigara la
participación directa de funcionarios del Estado o sus conexiones con
algunos de los procesados". Para Sánchez Soler, la violencia
política institucional fue "un arma instrumentalizada para garantizar
los pactos entre la derecha posfranquista en el poder, que la utilizó
como contrapeso para controlar el proceso, y la oposición de
izquierdas".
Ayer supimos, gracias a un magnífico trabajo de investigación firmado por José María Irujo en el diario El País, que el asesino de la joven Yolanda González, Emilio Hellín Moro, condenado a 43 años de cárcel en 1982 -de los que solo cumplió 14, con un paréntesis de tres años como fugado en el Paraguay de su protector el dictador Stroessner-, es ahora uno de los principales asesores del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil. El tal excriminal participó hace unos años en un curso que tenía por objeto mejorar los medios de la policía científica y del citado servicio, dependiente de la Universiad de Alcalá y de la Secretaría de Estado para la Seguridad del Ministerio del Interior.
Como es de suponer, ni los padres, ni el hermano ni quien fuera novio de Yolanda cuando fue asesinada tenían la menor idea de que sus impuestos servían, entre otras cosas, para pagar la remuneración de quien asesinó a la joven de 19 años disparándole dos tiros a un metro de distancia en un descampado de las afueras de Madrid. La disparatada y esperpéntica paradoja de que el Estado cuente como asesor para su seguridad con quien ahora dice llamarse Luis Enrique Hellín, no puede merecer para la familia de Yolanda otra reacción que la de indignación y la perplejidad. "No sé si se habrá arrepentido -comentó el hermano de la víctima-, todo el mundo tiene derecho a una nueva oportunidad, pero si lo hace con una nueva identidad, solo ratifica el tipo de personaje que es".
Hay quien ha comparado el caso Hellín, descubierto ahora y largo tiempo encubierto, con la posibilidad de que cualquier exmiembro de ETA llegara a ocupar un puesto similar en el Departamento de Interior del gobierno vasco. De seguro que para llegar a esto, alguien debería saber en el gobierno de Euskadi a qué excriminal estaba colocando como experto en investigación criminal, encargado además de la formación de los agentes policiales. ¿Quién o quiénes ignoraron esto en la administración del Estado? ¿Seguirá permitiendo el Estado que el excriminal Hellín Moro, como lo hiciera bajo la dictadura de Stroessner, vele por nuestra seguridad?
PUNTOS DE PÁGINA
LA IGLESIA/INSTITUCIÓN COMO "CASTA MERETRIZ"
Quienes han seguido las noticias de los últimos días acerca de los
escándalos en el Vaticano, dados a conocer por los periódicos italianos
La Repubblica y La Stampa, refiriéndose a un informe de 300 páginas
sobre el estado de la curia vaticana, preparado por tres cardenales
designados a tal efecto, naturalmente han debido quedar horrorizados. Me
puedo imaginar a nuestros hermanos y hermanas piadosos que, fruto de un
tipo de catequesis exaltatoria del Papa como “el dulce Cristo en la
Tierra”, deben estar sufriendo mucho, porque aman lo justo, lo verdadero
y lo transparente y jamás desearían vincular su figura a las notorias
fechorías de sus ayudantes y colaboradores.+@Leonardo Boff
AGENCIA DE COLOCACIÓN
AGENCIA DE COLOCACIÓN
DdA, IX/2.316
No hay comentarios:
Publicar un comentario